“El código Smith” vs. “El código Da Vinci”
El juez Peter Smith, que ha instruido el juicio en el que se acusaba de plagio al autor del Código Da Vinci ha incluido, por simple diversión, un pequeño criptograma en el texto oficial del fallo.
El mensaje oculto ha sido descifrado y su resolución no ha podido ser más decepcionante. Con esta última anécdota alrededor del best seller, se ha movido un nuevo resorte en la gigantesca maquinaria de mercadotecnia en la que se ha convertido el libro de Dan Brown.
El 7 de abril el juez británico Peter Smith decretó que el conocido Código Da Vinci no era un plagio de otra novela de 1982 llamada “The Holy Blood and the Holy Grail” cuyas bases argumentativas coinciden. En ambas ficciones se sostiene que la descendencia de Jesucristo y María Magdalena se ha prolongado hasta la actualidad y que vive en algún punto de Francia. Si bien se reconoce que Dan Brown (en estrecha colaboración con su esposa) miró y estudió el libro de 1982 antes de terminar el suyo, el juez considera que no ha habido plagio.
En el texto del fallo oficial del juicio, Smith modificó la tipografía de una serie de caracteres repartidos entre las palabras del dictamen, pasándolos a cursiva. Si se unían todas las letras con esta característica, se obtenía la secuencia de caracteres:
s, m, i, t, h, c, o, d, e, J, a, e, i, e, x, t, o, s, t, p, s, a, c, g, r, e, a, m, q, w, f, k, a, d, p, m, q, z.
Entre los que se puede apreciar claramente las palabras smith code, (el código Smith). Era evidente que esto aludía a que las siguientes letras ocultaban algún tipo de un mensaje codificado. Nadie notó esta secuencia extraña de caracteres en cursiva en el texto del fallo hasta que el propio juez intercambió algunos correos con un periodista.
Una vez público el hallazgo, se disparó la curiosidad a nivel mundial. ¿Qué significaba aquello? Obviamente, el hecho de que se ocultara un criptograma en un fallo judicial relativo al famoso libro añadía interés mediático al asunto.
Tras muchas conjeturas y fantasías finalmente el código ha sido desvelado, aunque se ha necesitado que el propio juez añadiera algunas pistas para que el enigma fuese resuelto. En el mensaje codificado, el juez Smith ocultó la frase.
“Jackie Fisher who are you Dreadnought”
Para ello utilizó un cifrado de su invención (inspirado en el clásico cifrado César) basado en la secuencia de Fibonacci a la que se hace alusión en el libro. Básicamente sustituía cada letra del texto claro original por otra que se encontraba en una posición desplazada hacia delante según el alfabeto, tantas veces como indicaba la famosa secuencia (según está concretamente escrita en el libro). El juez añadió algunos trucos más para dificultar su “traducción” pero aun así, pocas semanas después de conocerse el juego, el misterio quedaba resuelto.
Hace referencia al almirante Jackie Fisher y al barco Dreadnought perteneciente a la armada británica de principios de siglo. Al parecer el juez es un gran admirador de esta figura, y quiso conmemorar de esta forma que el día que comenzaba el juicio coincidía con el día en el que el barco fue botado hacía justo 100 años, en 1906. Aunque según la Wikipedia, el barco fue botado el 10 de febrero de 1906 y por el contrario, las audiencias comenzaron el 27 de febrero de 2006.
En todo caso, tras conocer la frase (que ni siquiera parece tener un sentido lógico), no deja de ser decepcionante la expectación levantada alrededor de esta ingeniosa broma producto de un juez con un importante sentido del humor. Y es que en el fallo, donde Smith parece haber adoptado en todo momento una postura relajada, se pueden leer perlas tan atípicas en un documento oficial como estas:
“La declaración de Mr Ruben [uno de los testigos] en mi punto de vista demostró lo importante que es el arte de la publicidad en el mundo de la publicación. Su entusiasmo por el libro no tenía límites. No estoy seguro de que sea tan bueno como dice, pero yo no soy una persona literaria.”
[Refiriéndose a Dan Brown] “No creo que mintiese conscientemente. El hecho de que no tuviese en cuenta estos puntos [se refiere al planteamiento de su defensa del que ha hablado anteriormente] muestra, en mi opinión, una vez más que la realidad es que su investigación es superficial. Esto es, en mi opinión, la explicación a su declaración. Se ha presentado a él mismo como un profundo y meticuloso investigador para todos los libros que ha producido”.
Aun así, la editorial de Dan Brown ha ganado el juicio, pero aunque los autores de “The Holy Blood and the Holy Grail” no han podido demostrar el plagio, la demanda interpuesta les ha salido rentable. A raíz del litigio sus ventas se han disparado y revitalizado considerablemente (el propio juez lo reconoce en el texto del fallo).
Dan Brown y su código se han convertido en una máquina de hacer dinero. Hace algunos años que todo lo relacionado con el Código Da Vinci parece llamar la atención, dejando a un lado lo puramente literario (donde el fuelle se hubiese agotado rápidamente) y suponiendo una potencial y gigantesca fuente de todo tipo de noticias, anécdotas y sucedáneos oportunistas. Se espera que la inminente película (la adaptación al cine ha sido trivial, pues el libro se antoja más un guión cinematográfico que un ejercicio literario) arrasará seguro en taquilla, y hasta que se encuentre algún otro formato de moda, todo el que se arrime a la obra de Dan Brown encontrará beneficios y popularidad.
Curiosamente (y sin ánimo de dar ideas) parece ser que los creadores de virus no han sacado su tajada de popularidad y todavía no se ha detectado ningún malware que haya intentado aprovecharse del libro o película como reclamo. Habitualmente, se suelen utilizar supuestos trailers o imágenes inéditas de la película famosa de turno como excusa para suscitar la curiosidad del usuario, con la intención de que ejecute así el código oculto en archivos adjuntos o en redes p2p. Los virus y troyanos ya han sabido disfrazarse oportunamente de todo tipo de anzuelos relacionados con acontecimientos más o menos de moda y así se ha demostrado en otras muchas situaciones. En esta ocasión, sorprendentemente, parece que no se ha dado el caso.
Por su parte, con su pequeño guiño al mundo de la criptografía, el juez Smith ha conseguido sus 15 minutos de fama y que, una vez más, se hable del libro que ya ha vendido 40 millones de ejemplares en todo el mundo.