Eran los locos años 20. Madrid estaba en plena remodelación: la Gran Vía quería convertir a la ciudad en una gran capital europea, abandonando las callejuelas estrechas de otra época y saltando a la modernidad de los grandes edificios de aquella. Estados Unidos cegaba con la luz de las películas, de los grandes rascacielos y del capitalismo que iba rápido, muy rápido.
El mundo empezaba a estar totalmente comunicado. Había nacido el teléfono. En 1924, en plena dictadura de Primo de Rivera y en la última década de reinado de Alfonso XIII, nacía la Compañía Telefónica Nacional de España, con la participación de la estadounidense ITT (International Telephone and Telegraph).De Norteamérica no sólo vendría dinero, o no sólo llegaría la innovación, también la inspiración para construir la imagen de la compañía. Sería moderna, muy moderna, como un trozo de Nueva York en el corazón de España.
El edificio de Telefónica en la Gran Vía madrileña fue la primera sede de la compañía y comparte efeméride con la calle en la que se aloja. Si la Gran Vía cumple ahora 100 años, su silueta más representativa – o al menos una de ellas – cumple 80. Edificado a un ritmo rápido, muy rápido, y finiquitado 1929, lo firmaba el español Ignacio de Cárdenas, que se había empapado en Nueva York de lo necesario para establecer las líneas maestras.
Inaugurado oficialmente el día de Año Nuevo de 1930, se convirtió en el edificio más alto de Europa. Conseguir ese record costó lo suyo a sus creadores, como explica a las cámaras de NetMediaEurope el máximo responsable de la Fundación Telefónica y auténtica enciclopedia sobre el pasado de la operadora, Francisco Serrano. Madrid, aunque quería una avenida neoyorkina, había impuesto un límite de altura en los 30 metros. Para levantar los 90 que tiene el Edificio Telefónica, tuvieron que echar mano de varias estratagemas, como asegurar que no quedaba más espacio en la Gran Vía para edificar y que no quedaba más remedio que hacerlo hacia arriba.
Lo consiguieron y el edificio se convirtió en un reclamo más de la marca que, como se puede leer en el portal especial que Telefónica ha dedicado al cumpleaños de su sede histórica, utilizó los escaparates de la planta baja ya en los años 30 para publicitar la contratación de la línea telefónica.
El período más trágico de la historia del edificio fue, sin duda, la Guerra Civil española, cuando su condición de edificio más alto de Europa y de punto de comunicación de la capital con el mundo se volvió en su contra. Las tropas franquistas, apostadas en la Casa de Campo, lo tenían directamente a tiro y el lugar se convirtió en el destino de los obuses, mientras en su interior los corresponsales de guerra pasaban el filtro de la República para mandar sus crónicas al exterior.
Heminway o Saint Exupéry eran algunos de los personajes de cita obligada en Gran Vía 28, así como un habitual, el arquitecto. Ignacio de Cárdenas, como un héroe romántico, pasó toda la Guerra Civil en su obra, censando los ataques. Cárdenas, joven y una estrella – como demuestra que fuese elegido para firmar un edificio tan importante -, partió al exilio tras la guerra.
Toda la historia de Ignacio de Cárdenas y el edificio Telefónica en la siguiente entrevista. Más información sobre los cambios que supuso la entrada de la compañía en la sociedad española, tras el salto
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