Si hablamos de ebooks, es imprescindible mirar hacia Estados Unidos, que es el principal mercado y, sin duda, el faro que marca la tendencia en el resto del mundo. Según los datos publicados por la Association of American Publishers (AAP), recogidos por The Digital Reader, la facturación de libros electrónicos fue de 1.582 millones de dólares en 2014, lo que representa el 22% de los ingresos totales del mercado editorial estadounidense. Y las ventas crecieron el 4,7% respecto al ejercicio precedente.
Sin embargo, en el primer trimestre de 2015 se ha producido un brusco frenazo. Así, fa facturación de ebook se redujo un 7,5% respecto a los tres primeros meses del año previo, según publicaba la AAP. Y The New York Times indicaba que la caída se ha agudizado hasta el 10% en los cinco primeros meses del año.
De este modo, el diario estadounidense ponía en entredicho los vaticinios de los expertos que afirmaban que los ingresos de los libros electrónicos superaría las cifras de ventas de ejemplares impresos en 2015. Estos pronósticos quizá partían de una premisa que ha resultado errónea. Era previsible que los nativos digitales prefirieran el libro electrónico frente a un formato físico pero parece que no es así. Muchos de ellos, tal vez los primeros que apostaron por el ebook, están volviendo al papel o se han convertido en lectores híbridos, que alternan átomos y bits en función del momento y lugar de lectura, o incluso del contenido del libro.
Hace apenas unos años, el ebook amenazaba con cambiar el negocio librero tal y como lo conocíamos. Las librerías luchaban para evitar el cierre y los editores temían que el inferior precio de los libros electrónicos destrozara su márgenes. De hecho, la industria asistía en 2011 a la bancarrota de Borders, la segunda cadena de librerías más grande Estados Unidos.
Sin embargo, ahora se vive una reacción totalmente opuesta. Las librerías independientes, las más afectadas por la competencia del ebook y plataformas como Amazon, se están recuperando. La American Booksellers Association (ABA) contabilizó 2.227 librerías en 2015, frente a los 1.401 puntos de venta registrados en 2009. En cualquier caso, muy lejos de las más de 5.000 tiendas que había hace 25 años, en la era ‘preAmazon’.
Por su parte, los editores están invirtiendo en infraestructuras y distribución. Editoriales como Hachette, Simon & Schuster o Penguin Ramdom House han ampliado sus naves o están actualizando sus almacenes con el fin de agilizar la distribución. Estás mejoras también permitirán a las librerías realizar pedidos iniciales más pequeños y reponer cuando sea necesario, reduciendo en un 10% las devoluciones de libros no vendidos. Penguin Random House también ha puesto en marcha un sistema de gestión de inventario para algunos de sus mayores clientes, con el fin de sugerir automáticamente a los libreros el número de copias que debería pedir para reabastecerse de cada título en función de sus ventas.
En definitiva, se trata de mantener las esencias del negocio tradicional pero adaptando la industria a las necesidades del setor y a las nuevas formas de competencia.
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