Duros a peseta
Los tentáculos fraudulentos de la era digital deben su origen, en muchas ocasiones, a unas facultades camaleónicas que atraen a los menos prudentes.
Si no teníamos suficiente con técnicas tan sofisticadas como las que se emplean para robar nuestros datos y tarjetas más personales, sin ir muy lejos recordemos el temido “phishing”, ojo al dato y a los incautos.
Mensajes que nos invitan a los más grandes placeres a través de premios de lotería inexistentes y recompensas que nos ofrecen “altos mandatarios” de exóticos países con cuentas bancarias en Suiza e, incluso, las denominadas “cartas nigerianas” estudiadas para participar en operaciones de negocios secretas y suculentas, marcan el comienzo de lo que puede convertirse en el filón del estafador online.
Además, este ladrón de guante blanco ve ahora incrementados sus recursos con tecnologías de formato insospechado: el último dato nos informa de que herramientas usuales como el fax, tan inocente hasta ahora, puede servir de gancho para asegurar la credibilidad del fraude.
Dadas las innumerables advertencias que se han proporcionado al público sobre las nuevas formas que día a día toma el cibercrimen, quién puede cuestionar la intención del que nos pide el número de nuestro fax. Pues, señores, avisados estamos. Como manda la lógica, tendremos que actuar con lo que ya debe constituir una “alerta inmediata” ante cualquier fórmula que implique datos bancarios. Sean los que sean porque, repetimos, el alud de estas maléficas artimañas se camufla con unos tintes camaleónicos difíciles de predecir.
Así pues, incidimos de nuevo en que nadie ofrece duros a peseta y que, al ritmo con el que aumentan los virus del ordenador y ahora del móvil, sólo nos queda dar la importancia debida a la precaución, por lo menos para que nadie inutilice nuestro material TI. Y, por supuesto, dejar de pensar que somos más listos que nadie es el siguiente paso para poder salir ilesos de los tentáculos fraudulentos de esta era digital.