Un término romano
Procedente de la palabra latina Domus (casa), la domótica lleva conviviendo con nosotros desde la década de los ochenta para definir a aquellos productos y tecnologías capaces de automatizar o robotizar las actividades domésticas.
En los últimos años se ha empezado a confundir este término con el de hogar digital. Podemos entender por domótica la integración y control de distintos tipos de servicios dentro del hogar, desde la seguridad a la iluminación, confort, etc. Se trata, por tanto de la integración de muchas tecnología y fabricantes. Destacar que, frente al hogar digital, la incompatibilidad de estas tecnologías y la falta de estándares, ha sido el gran lastre de la domótica.
Aunque es difícil hablar de cifras, la industria ha sufrido una evolución importante en los últimos años que, de seguir con el mismo nivel de crecimiento, alcanzaría los 1.200 millones de euros en ingresos en 2007. Respecto al número de viviendas domotizadas, se ha pasado de un mero 3 por ciento en el año 2003 a un 4,5 por ciento en 2004. Este porcentaje podría alcanzar el 8,5 por ciento en 2007, según el Ministerio de Industria. Lo cierto es que actualmente son muchas las promotoras que optan por incluir sistemas domóticos en las viviendas de primera construcción como un valor añadido para sus clientes.
Ante estas cifras, son pocos los que se mantienen impasibles y muchos los que están interesados en hacer negocio como empresas de telecomunicaciones, seguridad, energía, construcción, fabricantes de componentes o integradores. En nuestro país, compañías como Telefónica, Vodafone, Iberdrola, Gas Natural, Seguritas Direct, Siemens, Simon, Phillips o Samsung están ofreciendo sus productos para crear casas u oficinas domotizadas.
La demanda
Por otra parte, una cosa es la oferta, y otra la demanda. Hoy por hoy las soluciones domóticas se están utilizando por un grupo de innovadores que quieren estar a la última en tecnología o por aquellos que, por problemas de movilidad, necesitan de este tipo de sistemas para facilitarles el día a día en lo que es la parte más humana de la domótica. Sin embargo, la suma de ambos grupos no es demasiado significativa y las empresas involucradas en este mercado necesitan que comience a aparecer un grupo numeroso que considere la domótica como un valor añadido.
Por el momento, las principales barreras a las que se enfrenta la demanda son principalmente el coste, unido a una imitada cultura tecnológica. Es la generación de los ochenta la que ha crecido con un móvil debajo de un brazo y una consola sobre la mesa de su habitación, además del PC y la conexión a Internet de banda ancha. Con una cultura tecnológica mucho más avanzada, será esta generación la que demande servicios cada vez más avanzados y los incluirá en su hogar.
Tradicionalmente, la tecnología es un elemento caro hasta que la demanda o los propios procesos de producción consiguen abaratar costes y llegar al marcado a un precio económico.
Ahora el mercado de la domótica se encuentra en ese proceso. En la medida que los servicios sean atractivos para los usuarios y las redes domóticas, tanto a través de cables como a través de tecnología inalámbricas, se abaraten, la incorporación paulatina de la domótica alcanzará todos los ámbitos.
Diferentes compañías calculan que dentro de tres o cuatro años se habrán dado las condiciones para que la domótica sea una realidad plena.
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