Sorprende que todavía se niegue que la regulación de las nuevas tecnologías esté produciendo un cambio de naturaleza del Estado.
Este cambio no está siendo como debería. Se están cometiendo errores de bulto, perdiendo oportunidades tecnológicas y jurídicas que más adelante echaremos de menos y serán difíciles de recuperar. Finalmente, hay intereses económicos e ideológicos que tienen muy claro que el avance hacia una sociedad del control es completamente “deseable”.
De hecho no son necesarios cambios legislativos de gran dimensión, ni demasiado evidentes, sino pequeñas ventanas regulatorias que permiten que un mal empleo de la tecnología haga el resto. La Alemania del Este necesitaba 10.000 agentes secretos y toda una estructura legislativa despótica para lograr resultados similares a los que ahora por medio de lo que el STOA denomina sistemas de “vigilancia algorítmica” se conseguirían, y cuya posibilidad jurídica nos consta dependería de una sola norma de rango intermedio.
¿Porqué mayor regulación de la red? En lo que atañe a esta cuestión todo nace desde una mercadotecnia bastante burda. Primero sembrar la falsa convicción de que internet es un lugar sin reglas, donde la ley no llega y donde no se aplica principio jurídico ninguno. Una vez asentada esta caricatura, con piratas adolescentes moviéndose a sus anchas y la supuesta defraudación de productos de entretenimiento en dimensiones -según las fuentes de la industria y los gobiernos- económicamente inverosímiles y que traducidas en términos del tiempo requerirían para su disfrute numerosas humanidades, una vez llegado a este punto de “necesidad social imperiosa (alcanzando el umbral trazado por del Tribunal Europeo de Derechos Humanos) ya pueden empezar a hablar de la gobernanza de internet gente que no son ingenieros y que no se dedican, precisamente, a las cuestiones técnicas fundamentales de la red.
“Internet tiene que ser gobernado, necesita una específica regulación, la situación es insostenible para los derechos de autor”. Este falso mensaje, que parece concluir en la existencia de un nuevo enemigo interior: el pirata informático, mediante un adecuado estrés mediático, conduce a una regulación cuyos efectos son auténticamente de excepción y que afecta no sólo, y exclusivamente, a la red sino que sustituye prácticamente al completo al marco anterior de garantías. ¿Para cazar adolescentes? No, el objetivo es otro.
El Paquete Telecom ha sido un ejemplo de ello. Nuestra manera de entender las comunicaciones (artículo 18.3 de la Constitución, art. 12 de la Ley3472002 y un largo etcétera) hacía que una intervención sobre las mismas que no hubiera sido autorizada judicialmente fuera contraria a Derecho.
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