Ya lo dijo en su día Satya Nadella, cuando fue nombrado CEO de Microsoft en sustitución del histriónico Steve Ballmer. La industria tecnológica “no respeta la tradición, sólo respeta la innovación“. Así que todas las grandes marcas que hemos llegado a conocer a lo largo de los años por sus innumerables propuestas a nivel de PCs de sobremesa, ordenadores portátiles, tabletas y smartphones se están abriendo hacia nuevas tendencias. Una de ellas es la wearable technology, una categoría de dispositivos donde se engloba a todo tipo de elementos dotados con inteligencia y capacidades de conexión que se pueden llevar puestos encima del cuerpo sin que supongan un inconveniente para la rutina diaria del usuario.
Al contrario, su objetivo es facilitar la vida a las personas. Un wearable puede ser una camiseta deportiva, una pulsera de lo más elegante, un par de gafas de sol o cualquier otro producto similar. Aunque el complemento que está concentrando el interés de los fabricantes durante estos compases iniciales son los smartwatches.
A su utilidad tradicional de dar la hora o jugar con el tiempo, contabilizando los segundos transcurridos, haciendo cuentas atrás o estableciendo alarmas, estos relojes añaden un vínculo muy especial con los teléfonos móviles. Están capacitados para responder a llamadas, recibir mensajes y notificar alertas sobre aquello que va sucediendo alrededor de las apps favoritas del usuario. Se desmarcan como recurso especial para monitorizar la actividad física. Y pueden soportar todo tipo de tecnologías avanzadas, como asistentes de voz, NFC o conexiones inalámbricas.
Sin pararnos a cuestionar su viabilidad o hacernos eco de las opiniones de los más escépticos, los números de momento están amparando a las smart bands y las basic bands, como las denomina la consultora Canalys. Durante el primer semestre de 2014 ya se han vendido un 684% más de wearables de este tipo que durante el mismo periodo del año anterior. Que este repunte sea tan extremo en tan poco tiempo es lógico si tenemos en cuenta lo reciente de su propuesta y que antes apenas había ventas que reportar. Lo más interesante de todo es que el mercado de estos relojes de nueva generación todavía tiene que explotar. Lo mejor podría estar por llegar.
Y no lo decimos nosotros. Los expertos auguran “un cambio drástico en los próximos meses”, especialmente ahora que Apple ha desvelado por fin el Apple Watch. Éste es el único smartwatch del mercado que funciona con iOS. Más allá de esta especificación, se distingue por su Corona Digital, repensada para no tapar la pantalla mientras se navega por su contenido. También prueba con nuevas formas de interacción, como el envío de los latidos reales del corazón a otra persona, los toques en forma de pulsación o el bosquejo de dibujos, y a pagar sin tarjeta mediante Apple Pay. Pero muy especialmente quiere sobresalir por su adaptación a la personalidad de cada usuario con tres colecciones, dos tamaños, once esferas y múltiples correas.
Una alternativa con “millones de posibles configuraciones”, según la firma de la manzana mordida. Esto es lo que es capaz de ofrecer Apple Watch, que saldrá a la venta a partir de 2015. ¿Es un argumento convincente? ¿Es suficiente para liderar el mercado smartwatch? Los de Cupertino no están solos en su cometido.
Samsung es uno de los fabricantes tradicionales de tecnología a batir, fuera pero también dentro de este mercado. Y se lo ha trabajado. El gigante surcoreano lanzó su primer reloj inteligente el Galaxy Gear hace casi un año, el 25 de septiembre de 2013, y ahora mismo ya tiene cinco propuestas diferentes en su catálogo. Además de Galaxy Gear, compite con Gear 2, Gear 2 Neo, Gear Live y el Gear S con 3G que no necesita tener un móvil cerca. Lo más característico de estos smartphones es que confían en el propio software de Samsung, el sistema open source Tizen. Samsung decidió dejar de usar Android nada más desarrollar la segunda generación de sus relojes. La excepción la constituye la edición Live, que da una oportunidad a Android Wear.
De hecho, Android Wear, su interoperabilidad con múltiples teléfonos y su maestría para responder a dudas con sólo decir “Ok Google” es la opción que gobierna buena parte de los smartwatches que están disponibles hoy en día. O de los que están saliendo, incluso lo último de Sony, que es todo un veterano en esto de los dispositivos para llevar puestos encima. Hablamos del reciente SmartWatch 3. Por supuesto, al tratarse de un producto de Sony es sinónimo de resistencia al agua, algo de agradecer en un gadget que se lleva constantemente al descubierto. La firma nipona no es muy original a la hora de bautizarlos, pero su sistema numérico nos permite llevar la cuenta de los smartwatches que ha sacado hasta la fecha. O de los que quiere que nos acordemos, ya que estrictamente SmartWatch 2 era ya su tercera edición.
El rastro de Google y sus androides se extiende por el ZenWatch de Asus y el G Watch de LG. El primero, de esfera curvada, combina Android con la interfaz de usuario ZenUI, mientras que el segundo luce una pantalla que nunca duerme para que los usuarios puedan consultarla sin pasos intermedios y, en nada, recibirá una versión totalmente redonda, G Watch R. Esto es realmente interesante, ya que sólo hay dos de las grandes compañías que lo están probando de momento, Asus y una Motorola Mobility a punto de ser absorbida por Lenovo. Moto 360 es un reloj que ha sido alabado por la crítica desde que comenzó a rumorearse su existencia. Tiene una batería de 320 mAh que se recarga de manera inalámbrica, resolución de 320×290 píxeles y almacenamiento interno de 4 GB. Y la primera remesa ya se ha agotado.
Pero hay más. Grandes y pequeños. A la venta y en desarrollo. El fabricante de chips Qualcomm ha probado suerte con Toq. Swatch quiere hacerlo con Swatch Touch. Firmas como Pebble se están labrando un nombre gracias a los smartwatches. Incluso hay un proyecto de reloj modular y otro que proyecta contenidos en la mano. Todos lucharán por ganarse el corazón de los consumidores, asentar la categoría y, por qué no, convertirse en el regalo de moda estas Navidades. Si aúnan originalidad y belleza en el diseño con una autonomía decente, un potente número de aplicaciones y un precio razonable, podríamos estar realmente ante esa “next big thing” que revolucione la industria.
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