El crowdfunding y la nueva era mecenas: ¿burbuja o democratización creadora?

Es el sueño de cualquier persona con una idea de cualquier cosa, con un proyecto que cree que tendrá éxito y debería hacerse realidad, pero sin fondos para poner la maquinaria en marcha. Es la democratización de la creación en cualquier categoría. Es uno de los grandes avances que Internet le ha regalado a la humanidad. El crowdfunding es eso y mucho más para sus defensores, aunque exista desde mucho antes de Internet y, en el caso online, Kickstarter no fuese la primera web. Pero fue sin duda la que dio el empujón final al mecanismo para ponerlo en marcha. O, dicen los detractores, la que inició la burbuja.

A estas alturas no hay nadie que no sepa qué es el crowdfunding y cómo funcionan las plataformas online que se dedican a él. Hay variantes, pero el modelo básico es el mismo: un usuario con un proyecto (de lo que sea, desde un dispositivo tecnológico hasta un disco, pasando por la creación de una empresa o un viaje) lo expone en la web y dice cuánto dinero necesita.

El resto de los usuarios escogen si quieren apoyar el proyecto, aportando distintas sumas de dinero. A cambio pueden acceder a distintas recompensas en forma de producto o, en algunos casos, participaciones en la empresa.

En el mundo de las plataformas de crowdfunding, Kickstarter es la reina indiscutible con más de 95.000 proyectos lanzados que han recaudado más de 570 millones de dólares desde que se fundó en 2009. Otras plataformas populares son IndieGoGo (lanzada en 2008) o, en España, webs como Verkami o Lánzanos, aunque hay muchas más. Plataformas especializadas en determinado tipo de proyectos (para músicos, para empresas, para arte, etc.), plataformas con distintos modelos de crowdfunding (tipo de recompensas, de recaudación, con asesoría), el crowdfunding parece haber llegado para quedarse. Pero, ¿es un éxito real o estamos hablando de una burbuja?

Los detractores del boom del crowdfunding dibujan los problemas del modelo resumiéndolos en dos: uno, que a pesar de todo el dinero que se mueve el modelo no es sostenible, ya que lo que finalmente se quedan las plataformas como beneficios es mínimo (suponiendo que lleguen a tener beneficios); y dos, que en el caso de proyectos que incluyen entre sus recompensas el envío de productos físicos (normalmente tecnológicos) a los usuarios que lo han apoyado, es muy difícil garantizar plazos de envío y común que haya retrasos, con lo que muchos usuarios se sienten estafados al haber pagado por algo que no reciben cuando esperaban.

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Ana Bulnes

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