Actualmente, buena parte de los objetos que nos rodean incorporan microchips que los hacen funcionar: teléfonos móviles, ordenadores, televisores… Los productos de electrónica de consumo son los primeros que nos vienen a la mente cuando hablamos de semiconductores. Sin embargo, la actual crisis de suministro de microchips ha mostrado la dependencia que puede haber en otros sectores.
Por ejemplo, en las últimas semanas estamos viendo que la escasez de microchips está trastocando la producción de automóviles. Empresas como Ford, Renault, Volkswagen, Seat, Mercedes-Benz o Stellantis (Alfa Romeo, Citroën, DS, Fiat, Jeep, Opel y Peugeot) han tenido que parar o ralentizar la actividad en sus fábricas por la ausencia de semiconductores.
Además, la presencia de semiconductores en el automóvil se multiplicará por diez en las próximas dos décadas, impulsada por la electrificación de los vehículos y el avance de la conducción autónoma. Esta circunstancia aumentará aún más su dependencia de los proveedores de microchips, puesto que la falta de uno de estos componentes podría paralizar toda su cadena de producción.
La COVID-19 está en el origen de esta crisis en el suministro de microchips. “La industria todavía está sufriendo los coletazos de la primera ola de la COVID-19, donde una parte significativa de la actividad industrial se vio interrumpida. El cese parcial o total de la producción fue uniforme, tanto para los fabricantes de componentes como para los integradores finales, afectando a toda la cadena, desde TIER 2 a OEM. A medida que la economía se ha ido reactivando, sumado al teletrabajo y al cambio de hábitos de consumo, y con una industria pivotando en torno a las grandes partidas económicas lanzadas por los organismos públicos, la demanda de productos electrónicos en todos los segmentos se ha visto multiplicada. Esta situación ha estresado fuertemente a la industria de semiconductores, la cual no tenía un tejido productivo suficientemente preparado para asumir este pico de consumo”, explica Adolfo Lerín, consultor de Capgemini Engineering.
Asimismo, Begoña Cristeto, socia responsable de Industria de KPMG en España, afirma que “la escasez de microchips tiene su origen tanto en el lado de la demanda, con un mercado muy tensionado ante el crecimiento de la demanda de dispositivos móviles y electrónica de consumo durante la pandemia, como desde la oferta, al tratarse de un mercado controlado por muy pocos proveedores a escala global, basados principalmente en Estados Unidos, China y Corea del Sur”.
Centrándonos en el lado de la demanda, Miguel Ángel Fiz, director de la Categoría Profesional de la división de Sistemas Personales del Sur de Europa en HP, afirma que la escasez de microchips proviene del “crecimiento exponencial en la venta de ordenadores durante la pandemia de la COVID-19”, debido al incremento de la demanda de dispositivos para teletrabajar, consumir entretenimiento y proseguir con la enseñanza desde casa.
Además, indica que “se registró una altísima demanda simultánea de otros dispositivos electrónicos —televisores, consolas de videojuegos, electrodomésticos, teléfonos móviles, etc.—, que también emplean ese tipo de componentes”. También hace hincapié en que “los chips no son lo único que tiene escasez en estos momentos, sino que también la hay en otros componentes, como pantallas, cables, etc.
McKinsey anota que las tensiones geopolíticas provocaron que algunos fabricantes de productos electrónicos de consumo aumentasen considerablemente su inventario de chips como previsión ante un período de acceso limitado a la fabricación de semiconductores.
Igualmente, Lerín indica que se han producido “crisis regionales concretas que han condicionado la capacidad productiva de la industria de semiconductores”, generando un desabastecimiento de ciertos componentes electrónicos y de obleas de material para su fabricación. “Todo esto refleja la gran dependencia geográfica de esta industria, al no existir suficientes alternativas en Europa”, advierte. En este mismo sentido, Crédito y Caución recalca que el suministro de microchips está en muy pocas manos. “Sólo la taiwanesa TSMC roza el 60% de la cuota global”, indica la compañía.
Por otra parte, Fiz reseña que “se sumaron problemas logísticos para la producción y transporte en las cadenas de suministro, provocados por la crisis sanitaria”. Asimismo, señala que “los transportes se han encarecido y se han colapsado en determinadas rutas que son críticas para los fabricantes de ordenadores”.
Estamos viendo que la automoción está siendo uno de los sectores más afectados por esta crisis de suministro. “Esta situación de escasez se produce en un momento en el que los semiconductores se han convertido en un elemento crítico para el sector de automoción, que trata de dar respuesta a cuatro megatendencias que están redefiniendo esta industria: electrificación, autonomía, conectividad y servicios de movilidad”, precisa Cristeto.
“Se estima que el mercado de semiconductores para automoción se cuadruplicará en los próximos veinte años, pasando de los 40.000 millones de dólares que representaba en 2019 a los 200.000 millones en 2040. Y en esta cifra sólo estarían contemplados los semiconductores utilizados en el vehículo, excluyendo partidas tan relevantes como las que afectan a las infraestructuras de recarga, a la conectividad o a los servidores para sustentar las infraestructuras cloud. Según la Asociación Europea de Proveedores de Automóviles (CLEPA), el sector de automoción en Europa representa el 37% de la demanda de semiconductores, muy por encima del 10% que representa a nivel global”, especifica.
Sin embargo, el experto de Capgemini Engineering opina que no se trata de un problema cuantitativo. “La industria de la automoción presenta un volumen de compras relativamente bajo si lo comparamos con otros productos de electrónica de consumo o con la industria de la telefonía móvil. Un fabricante puede requerir unas 400.000 unidades por año y por modelo de componentes clave para su producto. Esta cantidad es baja si lo comparamos con los millones de unidades que puede requerir un fabricante de telefonía móvil. En concreto, la facturación de semiconductores para la industria automoción se puede cifrar en un 12% respecto del total”.
Así pues, su explicación es otra. “Las marcas de vehículos trabajan con políticas de calidad interna muy estrictas, en las que incluso se llega a certificar ciertos componentes cómo preferidos —a veces obligatorios— para el desarrollo de los sistemas electrónicos integrados en las plataformas vehiculares. Esto provoca una concentración de la demanda en ciertos productos y marcas, agravando todavía más la situación de desabastecimiento. Además, los componentes integrados aceptados en automoción requieren certificaciones y procesos de homologación especiales, lo cual hace que su gama, disponibilidad y competencia sea mucho menor que los disponibles para electrónica de consumo”.
En cualquier caso, la escasez de microchips también repercute en otras industrias. “Son múltiples los sectores afectados, dado que los circuitos integrados se han popularizado en multitud de productos que antes no los tenían. Por ejemplo, en electrodomésticos que ahora se manejan de forma remota a través apps. O se ha incrementado su uso en otros sectores, por la mayor sofisticación de los diseños, como sucede en el sector del automóvil”, apunta Fiz.
Del mismo modo, Lerín afirma que la crisis de suministro “afecta a toda la industria donde la electrónica es parte del valor del producto”, aunque matiza que “el impacto ha sido diferente en función de la capacidad y peso de cada fabricante e industria”. Por ejemplo, indica que “desde principios de año, la industria del videojuego ha vivido un fuerte impacto en la producción de las consolas y PC de última generación, siendo incapaces de cubrir la demanda para las marcas más destacadas en el mercado”. Quien haya intentado comprar una PlayStation 5 sabe muy bien de qué habla.
Igualmente, la experta de KPMG reconoce que “los sectores afectados son muy numerosos, porque cada vez un número mayor de productos llevan integrados un microchip”. En particular, destaca el impacto que ha tenido esta crisis en la electrónica de consumo, debido al significativo aumento de la demanda durante la pandemia, o en la telefonía móvil, con el paso al 5G.
Ahora, con la crisis de suministro sobre la mesa, es una situación difícil de resolver. Sin embargo, se puede actuar para evitar que se repita en el futuro o para atenuar sus efectos. “No existe una solución única que haga desaparecer esta problemática. O por lo menos no puede ser unilateral. Una mejora en la capacidad de producción puede aligerar la situación, pero este crecimiento no es inmediato ni en tiempo ni en coste, con lo cual sólo sería una solución parcial. Por otro lado, una mayor distribución de la producción haría el sistema mucho más robusto, frente a problemáticas o inestabilidad regionales. En concreto, un refuerzo de la capacidad productiva y, evidentemente, del conocimiento y propiedad intelectual de la industria europea, garantizaría una mejor resistencia a situaciones como la actual”, manifiesta el experto de Capgemini Engineering.
Así pues, considera que “esto pasa por el desarrollo de una industria especializada y de alto valor, capaz de trabajar con los nuevos requisitos de integración del orden de 2 nm, así como el desarrollo y mejora de procesos de diseño de la industria optoelectrónica”. Además, señala que “la creación a nivel local de infraestructuras para la industrialización de componentes integrados dotaría al sistema de robustez”.
En una línea similar, Cristeto apunta que “la solución se puede vislumbrar en el medio y largo plazo”. Y en Europa ya se están sentado las bases. “A la vista del carácter estratégico que se ha puesto de manifiesto que tiene la industria de semiconductores, la Comisión Europea ha planteado que la Unión Europea pase a suponer una quinta parte de la producción mundial de semiconductores en 2030, frente al 9% que representa actualmente”, explica Cristeto.
Igualmente, Lerín indica que “la Comisión Europea lleva años financiando proyectos de investigación para el desarrollo de conocimiento y de la industria europea en materia de semiconductores”. Por ejemplo, detalla que para el periodo 2021-2022 se han lanzado una gran variedad de programas financiados con dinero público para el desarrollo de componentes integrados, microprocesadores, componentes optoelectrónicos, materiales bidimensionales, así como en la mejora de los procesos de fabricación sobre tecnologías CMOS.
Además, la especialista de KPMG recuerda que los Fondos Europeos de Recuperación, plantean un “aumento de las capacidades industriales en materia de datos en la nube y desarrollo de procesadores de última generación y sostenibles”. “La Comisión ya ha señalado que el objetivo es duplicar la producción de semiconductores en Europa, para producir procesadores más eficientes desde el punto de vista energético”, especifica.
Y Estados Unidos no se queda a la zaga. “Llevan tiempo realizando inversiones para fomentar, dinamizar y relocalizar la producción y diseño en materia de semiconductores. En los últimos meses, se han anunciado grandes paquetes económicos dedicados a potenciar esta industria y fortalecer activamente el liderazgo de Estados Unidos a nivel electrónico”, comenta Lerín.
Al hilo de ello, Cristeto señala que la Administración Biden ya ha firmado una orden ejecutiva para revisar la cadena de valor de los semiconductores e identificar los riesgos. Además, se ha aprobado la denominada ‘CHIPS for America Act’, “una ley que reconoce el papel crítico de la industria de los semiconductores sobre la economía americana y que se prevé dotar con fondos para desarrollar proyectos de fabricación e investigación en este campo”, explica. Asimismo, destaca que Intel anunció recientemente una inversión de 20.000 millones de dólares para construir dos fábricas en Arizona
Aunque se están haciendo movimientos para paliar esta crisis de suministro de microchips, es una situación que no se puede resolver de la noche a la mañana. Así que el equilibrio entre oferta y demanda todavía tardará en reajustarse. “No está claro cuándo podrá restablecerse una situación de equilibrio. Desde distintos ámbitos se apunta a que los efectos podrían alargarse hasta bien entrado 2022”, afirma la experta de KMPG.
Del mismo modo, Lerín apunta que “no hay un horizonte claro”. “Actualmente, es fácil encontrarse con listas de espera para el acopio de materiales de 36 semanas, aunque en algunos casos concretos puede llegar a superarse las 50 semanas de espera. Si no cambia la tendencia, se debería empezar a normalizar la situación en el tiempo de un año”, agrega.
Igualmente, el portavoz de HP asegura que “ahora mismo hay demanda para seis meses sin cubrir”. Así pues, aunque algunas voces pronostican la resolución de esta crisis al final de 2021, considera que “será un poco más tarde, en la primera mitad de 2022, dependiendo de la fortaleza de la demanda al final del verano”.
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