El invento, que por el momento es un prototipo, es obra de ingenieros de la prestigiosa universidad, que se conoce popularmente como Georgia Tech.
Los modelos ya fabricados se asemejan en su forma a la de los troqueles que emplean los arquitectos, como puede verse en la imagen que acompaña a este artículo.
Los elementos claves en su composición son nanotubos de carbono y un componente inalámbrico, que se presenta a través de una antena muy ligera.
Ambos elementos han sido impresos con tecnología de inyección de tinta en un material parecido a papel, de forma que su coste es muy asequible.
Los resultados de las pruebas a las que han sometido a los dispositivos han mostrado unas tasas de detección de amoníaco en una proporción de cinco partes por millón.
En cuanto a la energía que necesitan los sensores para funcionar, los científicos afirman que es muy pequeña y puede obtenerse de pilas delgadas, celdas solares u otras tecnologías, pero han asegurado que están investigando métodos que permitan que los sensores funcionen sin necesidad de consumir energía.
Por último, el ingeniero Krishna Naishadham ha señalado que el dispositivo podría emplearse en vehículos y robots militares.
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