Kambakhsh trabajaba además como periodista para la prensa local y fue detenido y torturado hasta que confesó “el crimen”. Juzgado en secreto sin derecho a defensa por un abogado, fue condenado a muerte, con manifestaciones públicas celebrando el veredicto y con los clérigos proclamando que merecía ser ejecutado por violar las enseñanzas del Islam.
Un hermano del periodista ha explicado que a su juicio los cargos por blasfemia eran un pretexto, y que la intención era cargarse a Parwez por escribir acerca de los abusos cometidos por los caudillos locales y las milicias.
Brad Adams, director para Asia de la ONG “Human Rights Watch”, calificó de ridícula la sentencia, explicando que una condena a 20 años era en cierto modo para el sistema judicial, un fiasco mayor que reafirmar la condena a muerte. “Una oportunidad perdida por el presidente del país Hamid Karzai, dice Adams.
Kambakhsh anunció que “no acepta la decisión del tribunal” y que apelará a la Corte Suprema, su último recurso. Las organizaciones internacionales de derechos han señalado la preocupante falta de libertad de expresión y las libertades individuales en Afganistán. No parece que haya servido de mucho las acciones militares de Estados Unidos y sus socios, entre ellos España, derrocando el movimiento islámico hace ya siete años.
vINQulos
Los Angeles Times
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