Pocos guerreros primitivos son más conocidos que Conan el Cimmerio, un
héroe mitológico creado por el genial y malparado Robert E. Howard. Las
aventuras de este brutal guerrero se desarrollaban en un mundo anterior
al nuestro, en el que los continentes aún no tenían la forma que hoy
conocemos y en los que el poder se disputaba entre poderosos reyes y
temibles magos.
El caldo de cultivo para este juego no podría ser
mejor: un personaje archifamoso y con gran capacidad para soltar
galletas a diestro y siniestro. Un mundo hostil, con muchas fuerzas
enemigas y criaturas demoníacas a las que incrustar la espada de forma
vengativa. Una banda sonora sencillamente magnífica, tomada para el
juego de forma acertada, y un doblaje bien realizado. Todos estos
detalles han sido cuidados con bastante esmero, y sin embargo, el
problema está en la raíz, en el motor.
El secreto del acero
A nivel gráfico y sonoro, el juego esta bastante bien cuidado. Tanto los
enemigos a los que aplicaremos repetidas veces el secreto del acero,
como los decorados, están bastante bien cuidados. Se notan éstos
bastante faltos de elementos con los que interactuar que no sean los
estrictamente necesarios para el avance del personaje por el lineal
recorrido demarcado para avanzar en la aventura. La música, como hemos
comentado anteriormente, es simplemente deliciosa, y el sonido de los
combates y las armas está bien aplicado.
Sin embargo, ya desde un
principio, se nota que los movimientos realizados por el cimmerio
resultan bastante poco naturales. Después de haber visto maravillas en
reste campo realizadas en títulos como Knights of the Temple, la forma
de moverse y atacar de Conan resulta más bien tirando a quejumbrosa. Con
esto no queremos decir que este título no sea divertido: se ha recreado
bien un mundo en el que pasar todo tipo de aventuras, pero se ha
simplificado bastante el desarrollo (muy lineal) y las posibilidades que
nos habría dado el dominio del exterminador brazo de Amra se quedan
truncadas por la torpe implementación que se ha realizado a la hora de
controlar al personaje y de interactuar con el entorno. Se han aportado
algunas buenas ideas (aunque no muy originales) como el poder aplicar la
experiencia ganada en combate para aprender combos nuevos, o el amenizar
el avance con pequeños enigmas para que no todo sea aniquilar enemigos,
pero de nuevo todo queda mermado por la calidad del motor utilizado por
el juego.
Esperamos que los desarrolladores tengan una segunda
oportunidad, y puedan aplicar un mundo igualmente rico, con muchos
enemigos y acción a raudales, pero con un motor mucho más cuidado y las
ideas más claras acerca de cuales son las prioridades en un juego arcade
de este tipo.
En resumidas cuentas: un arcade entretenido en el
que podremos desahogarnos aniquilando enemigos, pero que podría haber
sido mucho más si se hubiese prestado un poco más de esfuerzo a la
jugabilidad en sí.
Julio Canto
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