Cómo Tesla llegó a ser más valiosa que Ford

Esta semana, por primera vez y de forma algo sorprendente, Tesla se posicionó por encima de Ford en valor de mercado y lo suficientemente cerca de General Motors como para que no parezca imposible que en no mucho tiempo pueda converirse en la empresa americana de automoción más valiosa. Una valoración algo engañosa y que nada tiene que ver con sus cifras de negocio: en 2016 perdieron 773 millones de dólares, mientras que Ford y General Motors hicieron 11.000 y 9.400 millones en beneficios, respectivamente.

Tesla parece haber llevado las burbujas típicas de las startups de redes sociales al mundo de la automoción, pero los inversores no están apostando por una moda que puede o no tener éxito. Tesla vende una idea de futuro que parece el único posible y está respaldada por muchos más años de historia de lo que se cree. La firma que está revolucionando la industria de los coches no es una recién llegada y hace ya muchos años que no es una startup. La fecha oficial dice que nació en 2003. La historia sitúa sus orígenes a principios de los 90.

Y en esta primera década llama la atención un dato o más bien su ausencia: los ingenieros Marc Tarpenning y Martin Eberhard se conocieron en 1990, se hicieron amigos, lanzaron un par de empresas. En el 2000, Eberhard se divorció y decidió —consciente del cliché y en parte un poco por ello— comprarse un deportivo, pero su conciencia le impidió hacerse con un vehículo que consumía tanto. Buscó una opción eléctrica equivalente; no existía.

En toda esta historia falta el nombre clave que ahora asociamos con Tesla de forma automática: ¿dónde estaba Elon Musk? El emprendedor sudafricano dedicó los años 90 a lanzar y vender sus primeras startups, a unirse a PayPal a través de una de ellas y a hacerse millonario con la venta a eBay. Con ese dinero fundó el que todavía es su bebé más preciado, SpaceX, la compañía con la que pretende crear una colonia humana en Marte, entre otras cosas.

Cuando Tesla conoció a Elon Musk

Su historia se une a la de Tesla en 2004, un año después de la fundación de la compañía, cuando uno de los cofundadores le escribe preguntando si le gustaría convertirse en inversor. Estaban teniendo problemas para conseguir financiación, ya que los inversores potenciales veían más los riesgos de la operación que la posibilidad de éxito. No hubo que convencerle, compartía la visión: habría que hacer un coche eléctrico muy superior, no uno un poco menos peor. Se unió a Tesla como inversor y presidente de la junta directiva.

Pasarían cuatro años hasta que ascendiese a CEO y se convirtiese en el sinónimo de Tesla que es ahora. Entonces, el Señor Tesla, el visionario oficial, era Eberhard. En esos primeros meses, tras el lanzamiento y la estrategia que hizo que el Roaster, su primer coche, llenase titulares, Musk se sentía algo dejado de lado. Se hablaba de él como uno de los primeros inversores, pero nada más (estaba metido en el diseño del producto).

Entre bastidores, Elon Musk iba cobrando más y más importancia mientras sus desencuentros con Eberhard aumentaban. En 2007 el cofundador fue despedido como CEO y sustituido por Michael Marks, aunque todo el mundo suponía que era un cargo temporal. Pocos meses después, todavía en 2007, llegó un CEO nuevo, Ze’ev Drori. Duró un año en el cargo, hasta que Elon Musk por fin adquirió de forma oficial los mandos que ya manejaba desde hacía tiempo de forma no oficial. La historia de éxito comenzó ahí.

La estrategia de Tesla y la promesa de la que viven sus inversores fue siempre la misma: la estrategia, empezar con coches de altísima gama para ir financiando así, a largo plazo, modelos más asequibles hasta hacer que los eléctricos sean mainstream; la promesa, que el futuro eléctrico es inevitable en un mundo en el que los combustibles fósiles son finitos y el cambio climático una amenaza cada vez más visible. Todo el mundo sabe que, sobre el papel, Tesla no vale más que Ford; pero también saben que es la única compañía de automoción centrada de verdad en ese largo plazo cada vez más cercana. Y que, si todo sigue su curso, el momento en el que Tesla sea lo que fue Ford es solo cuestión de tiempo.

Ana Bulnes

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