China es uno de los mercados que todas las empresas quieren conquistar. Sus parámetros de consumo están al alza, empieza a haber una clase media urbana que quiere comprar con más pasión que en Occidente y su situación económica ha mejorado. China ha abrazado el consumismo y es el momento de sacar tajada.
Una de las empresas que lo ha conseguido es Apple, con cuatro tiendas en el país, otra en camino, varios centenares de vendedores autorizados y un crecimiento en ventas en los últimos tres años espectacular. Pero este éxito increíble tiene, según acusa Foreign Policy, una cara oculta nada bonita. La publicación no ha dudado en tachar su análisis de la situación de mercado de Apple en China con un titular bastante claro: Roja, deliciosa y podrida.
Para empezar, según Foreign Policy, Apple ha cambiado completamente su filosofía. La empresa siempre se ha vendido como la firma para personas iconoclastas, que no quieren dejarse llevar por la marea, ser como la masa. Ser diferente y tener pensamiento propio: lo decían en su primer gran anuncio y lo continuaban haciendo en sus campañas de los 90, cuando eran el Dalai Lama o Martin Luther King quienes vendían sus productos.
En China han cambiado el mensaje: ser iconoclasta no es adaptable al mercado – y la situación – del gigante asiático. Así que Apple ha optado por matar su filosofía vital en China y lanzarse con otro mensaje: según concluye FP, la clave en el país asiático está en el lujo. Desde la ubicación de las tiendas, al lado de las de Armani o Versace, hasta la exclusividad – acentuada – de los productos, que son aún más caros en China, Apple juega con todos los elementos para vender la idea de que sus productos sólo son para los triunfadores ricos.
Pero éste no es el único cadáver que Apple guarda en China, según FP. La publicación no olvida los casos de mala praxis de sus subcontratas, que elaboran en el país y a bajísimo coste los productos que después la compañía vende a sus propios compatriotas como el summum del lujo. Además del caso Foxconn, FP recupera el caso de envenenamiento de 137 trabajadores que fabricaban el iPhone y recuerda que las subcontratas de Apple contaminan de forma masiva.
La compañía que vende ser libre y diferente, al menos en una parte del mundo, está en cambio en China, según denuncian los sindicatos, está respondiendo lentamente y con increíble secretismo a estas acusaciones.
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