España debería tener un 7 % de coches eléctricos en 2030 para cumplir con la reducción de CO2
Si en 2015 se vendieron 2.300 vehículos eléctricos en España, en 2030 lo ideal es que la cifra ascendiesen a los 750.000.
Es mucho el dinero que España debe invertir si quiere alcanzar los objetivos que ha marcado la Unión Europea de cara a 2050 para la reducción de niveles de CO2. Según cálculos del estudio “Un modelo energético sostenible para España en 2050” de Monitor Deloitte, la inversión debería rondar los 330.000-385.000 millones. Por tanto, cada año España tendría que destinar unos 10.000 millones a esta causa.
¿Y cuáles son las medidas concretas a implantar? En primer lugar, apostar por las energías renovables, como la eólica y la fotovoltaica. Este tipo de energía debería ir del 38 % de representación actual al 90 % en 2050. Otra solución pasa por usar petróleo sólo para situaciones imprescindibles, como sería el caso de los aviones. Desde Deloitte aseguran que casi todos los vehículos españoles podrían ser eléctricos en 2050, que buena parte del transporte pesado se realizaría a través de ferrocarril eléctrico en vez de por carretera y que la mayoría del consumo en hogares y empresas también estaría ligado a la electricidad de seguir una serie de buenas pautas.
Pero, para ello, “es imprescindible la implicación de todas las administraciones públicas, de las empresas y de los ciudadanos”, dice la consultora que ha realizado el informe. En 2030 ya deberían comenzar a verse una serie de resultados. Por ejemplo, ese mismo año los coches eléctricos tienen que representar como mínimo el 7 % del total. Si en 2015 se vendieron 2.300 vehículos eléctricos en España, en 2030 lo ideal es que esa cifra ascendiesen a los 750.000 coches.
Eso sí, “es necesaria una transición inteligente y flexible, que garantice el cumplimiento de los objetivos a largo plazo, dado que las nuevas tecnologías que permitirán la descarbonización tienen aún un largo camino de maduración”, advierte Alberto Amores, socio de Monitor Deloitte y autor del informe. “Prescindir prematuramente de determinadas tecnologías o combustibles –nuclear, carbón, petróleo o gas– pondría en riesgo el cumplimiento de estos objetivos y en definitiva la seguridad de suministro del modelo energético”.
Los beneficios de limitar el CO2 son obvios. Por una parte se respetaría al medioambiente. Y a mayores se reduciría el precio de la electricidad, concretamente en un 42 %. También se contraería la dependencia energética y se lograría, claro está, mayor eficiencia.