Anticiparse a los mercados, adivinar las necesidades de los clientes en el corto y medio plazo, comunicar con entusiasmo las bondades de un producto innovador y convertirlo en estándar. Estas son algunas de las características que definen a un gurú.
La denominada “tercera revolución tecnológica” se inició durante la segunda mitad del siglo XX principalmente en Norteamérica. Sus precursores fueron unos jóvenes entusiastas que habían protestado contra la Guerra de Vietnam y que empezaban a ver los primeros signos de la explosión consumista.
Muchos de ellos vieron en la tecnología una gran oportunidad de hacerse de oro. La heredada idea de crear productos como servicio y como vía para conseguir un mundo mejor sustentó sus objetivos.
A principios de los años 70 compañías como Xerox, Apple y Microsoft empezaron a moldear la idea de los ordenadores personales.
Xerox creó la primera interfaz gráfica de usuario intuitiva y gobernada por un ratón, gracias al trabajo de un grupo de investigadores liderados por Douglas Engelbart. El proyecto se trasladó al entorno gráfico por Xerox Parc.
Las malas lenguas aseguran que un joven y ambicioso Steve Jobs robó la idea a la pionera Xerox. Cierto o no, Jobs consiguió implementar las ideas de Xerox y convertirlas en productos para todos los públicos. Supo crear en el consumidor la necesidad de tener un PC.
Con el tiempo, confirmó saber anticiparse a las necesidades de los usuarios finales y crear estándares. El lanzamiento de iTunes en 2001 o el del iPhone en 2007 fueron los puntos de partida de una industria que aún vive sus años dorados.
Bill Gates y Paul Allen fundaron Microsoft en 1975. Sus conocimientos y pasión sobre programación unidos a su visión de negocio les hicieron llegar a la cima, convirtiendo Windows en el sistema operativo más utilizado de los tiempos.
A dos décadas de distancia, Jeff Bezos vio en su bola de cristal las enormes posibilidades del consumismo en la era digital. Amazon comenzó como una librería online cuyos pedidos se gestionaban por correo electrónico; pronto, y de la mano de la explosión de dispositivos conectados, diversificó su negocio hasta convertir la compañía en la mayor empresa de ecommerce del mundo.
Mark Zuckerberg supo hacer negocio de las emociones más humanas. Creó una herramienta para conectar a millones de usuarios permitiéndoles compartir todos los aspectos de su vida. Facebook se convirtió pronto en una ventana a la vida de los demás, cambiando de raíz la forma de entender la privacidad. Con el tiempo ha demostrado saber monetizar su negocio.
Los jóvenes Larry Page y Sergey Brin vieron la necesidad de ordenar la ingente cantidad de información de la red. Al motor de búsqueda inicial le siguió el próspero negocio de la publicidad online y más tarde una gran cantidad de servicios basados en su plataforma: desde correo electrónico a servicio de reproducción de vídeo.
Todos ellos son algunos ejemplos de directivos que han demostrado saber anticiparse al futuro o al menos saber encajar sus propuestas en el mundo hasta convertirlas en imprescindibles.
El reciente anuncio de marcha de Steve Ballmer y su poco acierto en mantener a Microsoft en una posición preferente frente a la competencia, crean un interesante debate. ¿Se han acabado los gurús? ¿Cuál será la próxima “gran cosa” y quien la liderará?
Girará en torno a tres temáticas: desinformación, contrainteligencia y credenciales expuestas.
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