Hace tan solo dos años que Suw Charman-Anderson, periodista y tecnóloga inglesa, decidió hacer algo para protestar por la falta de mujeres que encontraba en conferencias de tipo científico, tanto entre los ponentes como entre la gente de la que estos hablaban. Para ello cogió la figura de Ada Lovelace, nacida en 1815 y considerada la primera programadora informática de la historia, y lanzó una propuesta en la red invitando a bloggers y periodistas a, el día 24 de marzo, bautizado como el Día de Ada Lovelace, escribir sobre mujeres que han tenido su peso en la historia de la ciencia y reconocer así su legado dándoles más visibilidad.
Si se echa un vistazo a la mayor parte de los artículos escritos con motivo de este día, no obstante, tanto en 2009 como en su segunda edición en 2010, llama la atención la presencia de muchas mujeres de nacionalidad alemana, francesa, italiana o inglesa, y una ausencia bastante flagrante de científicas españolas. ¿Es que no ha habido? Claro que sí, y este año, con el Día de Ada Lovelace movido al 7 de octubre, toca sacar sus nombres a la luz.
Oliva Sabuco, ¿difusora de la medicina en el siglo XVI?
Para encontrar a la primera mujer que de alguna forma estuvo relacionada con la ciencia y dejó su huella en este mundo hay que remontarse hasta el siglo XVI: se trata de Oliva Sabuco de Nantes, que en 1583 publicó la obra Nueva Filosofía de la naturaleza del hombre, no conocida ni alcanzada de los grandes filósofos antiguos, la cual mejora la vida y salud humana. Compuesta por doña Oliva Sabuco, un tratado escrito en su mayor parte en castellano (con algunas partes en latín) que contiene ideas sobre medicina, higiene y filosofía muy adelantadas a su tiempo.
Lo cierto es que aunque esta obra fue siempre atribuida a Oliva Sabuco (al fin y al cabo, está firmada por ella), a principios del siglo XX se comenzó a dudar de su autoría basándose en el testamento de Miguel Sabuco, padre de Oliva, en el que asegura que la Nueva Filosofía está en realidad escrita por él y que puso a su hija como autora “solo por darle el nombre e la honra”. No obstante, las rencillas familiares que mancharon la relación (problemas de dotes al casarse ella y pleitos posteriores) y el extraño “honor” que suponía otorgar a su hija la autoría de una obra científica en plena Inquisición, hacen pensar en una autoría compartida como la posibilidad más probable.
María Andrea Casamayor, aritmética en el siglo XVIII
De María Andrea Casamayor se sabe más bien poco, pero en su caso no hay duda de que se trató de una persona con amplios conocimientos matemáticos, y su obra El para si solo, publicada por sus discípulos de forma póstuma, está considerado uno de los textos más influyentes en el campo de las matemáticas aplicadas. Y a ella se la ha llegado a comparar con científicas de la talla de Marie Curie o la misma Ada Lovelace.
María Andrea Casamayor, nacida en Zaragoza en algún momento del siglo XVIII (se conoce tan solo la fecha de su muerte, el 23 de octubre de 1780), aprendió matemáticas de la mano de los Padres Escolapios, y todavía en vida publicó Tirocinio aritmético, una obra en la que explicaba las reglas básicas de la aritmética. Esta obra, que fue publicada bajo el seudónimo de Casandro Mames de la Marca y Arioa, destaca por la forma sencilla en la que está explicado cómo aplicar las reglas de la aritmética a sectores como el de la agricultura y otros oficios.
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