El desafío de modernizar aplicaciones en organizaciones complejas
Red Hat y SEIDOR ofrecen las claves para revitalizar sistemas de software heredados y obtener mayor ventaja competitiva.
Construir aplicaciones desde cero no siempre es la mejor solución, ni la más sencilla, económica o apropiada para todos los casos. Las organizaciones necesitan mantener el software del que disponen desde hace tiempo en sus entornos informáticos para garantizar su utilidad y también tienen que aprender a renovar los sistemas heredados, lo que implica una adopción inteligente de la estrategia de cloud computing.
Esta modernización de las aplicaciones supone la modernización de la propia empresa. Y es algo que pasa por la actualización de aquellos activos más antiguos que se encuentran presentes en la infraestructura de cualquier entidad, en vez de buscarles un reemplazo inmediato. Esta decisión servirá para mejorar su distribución y también para crecer a nivel de agilidad y seguridad.
Red Hat y su socio SEIDOR ayudan en este cometido a las compañías, incluyendo las de mayor tamaño y complejidad, alrededor de todo el mundo, como expertos que son en la industria tecnológica.
Red Hat aporta herramientas de eficacia probada como Red Hat OpenShift, una plataforma de aplicaciones de nube híbrida que está impulsada por Kubernetes y con la que es posible dar una nueva vida a los sistemas y acelerar las tareas de desarrollo. SEIDOR, por su parte, acumula años de experiencia orquestando, optimizando, escalando y haciendo más eficientes los proyectos. Combina tecnología y estrategias de innovación para atender los requisitos de transformación.
Este enfoque integral conlleva avances en escalabilidad, rendimiento y protección de las aplicaciones, alineándolas con la realidad del mercado actual. Acerca a las empresas al éxito, reduciendo aún más los costes.
Juntos, SEIDOR y Red Hat permiten modernizar la arquitectura para impulsar el negocio y para que los desarrolladores no tengan que preocuparse por ciertas cuestiones que consumen demasiados recursos y que los desvían de su cometido final. Aquí entra en juego la ingeniería de plataformas, que facilita mejoras en productividad, duración del ciclo de las aplicaciones y tiempo de comercialización. Para ello, esta disciplina del desarrollo se asienta sobre seis grandes pilares.
Seis grandes pilares
El primero es la seguridad, que destaca como elemento para habilitar el autoservicio y, con él, la creación de cuentas, la configuración de credenciales y el esquema de identificadores únicos de las claves de API.
Desde el principio del proceso hacen falta prácticas adecuadas que contribuyan al control de versiones, la integración y la provisión de infraestructura, alcanzando todo el ciclo de vida del desarrollo de software. El enfoque en el perímetro de la red no basta para afrontar un contexto dinámico como el de hoy en día. Ahora a las organizaciones les conviene basarse en la identidad, el cifrado y una gestión centralizada de las credenciales para triunfar.
En segundo lugar, Red Hat y SEIDOR apuntan al pipeline. Ya sea facilitar la integración de miembros al equipo o la curva de aprendizaje a través de herramientas estándar que requieran de poco entrenamiento o potenciar el paradigma como código, la compatibilidad con cualquier plataforma y la automatización para simplificar la administración, son varios los puntos que hay que tener en cuenta.
Las políticas de aprovisionamiento como código también cobran importancia. La idea es que la provisión de la infraestructura se convierta en una parte fundamental de la entrega de aplicaciones. Los desarrolladores se beneficiarán de flujos de trabajo de autoservicio y controles codificados “policy as a code”.
La red, y específicamente la conectividad, es el cuarto puntal que sostiene a la ingeniería de plataformas. Con el objetivo de evitar errores y retrasos asociados a procesos tradicionales con tickets, las empresas deben añadir funciones de red a la configuración de infraestructura como código. La automatización lleva a la confiabilidad y posibilita una mayor ventaja competitiva. Otros caminos para alcanzar una conexión automática son los microservicios, Service Discovery y Service Mesh.
A todo esto hay que sumar el tema de la orquestación o el modo de determinar mediante algoritmos cómo asignar eficientemente cargas de trabajo a la infraestructura. Esto se consigue con el escalado y el dimensionamiento de aplicaciones dinámico, por ejemplo. Y el resultado es una mejor utilización de los recursos y la reducción de costes.
La elasticidad, el soporte multinube, una alta disponibilidad y tolerancia a fallos, el aislamiento, el control avanzado de programación y ubicación y el descubrimiento de servicios son algunos factores que habría que tomar en consideración.
Por último, la ingeniería de plataformas se apoya en la observabilidad, que implica identificar errores y anticiparse a incidencias de forma proactiva y con carácter preventivo. También supone comprender en todo momento cuál es el estado de las aplicaciones y su comportamiento.
Esto permite desde mejorar la parte de la supervisión para dar solución a problemas sin que estos lleguen a afectar al sistema hasta impulsar la experiencia de usuario y la productividad. Los equipos pueden colaborar y entender las interdependencias.
Estos seis pilares se completan con el componente humano y la topología de equipos como método de diseño organizacional. La cultura empresarial debe avanzar hacia la creación de estructuras con las que responder a los rápidos cambios del mercado y a las demandas de los clientes, tratando la plataforma como un producto. Otro punto de apoyo es la carga de innovación que proporciona la tecnología de inteligencia artificial.