Blueseed, la pionera de las start-ups flotantes
Blueseed trabaja en un barco que funcionaría como un vivero de start-ups, ubicado en aguas internacionales frente a las costas de California.
La estructura adaptada por Google en medio de la Bahía de San Francisco para abrir un centro de procesamiento de datos o una tienda de Google Glass no es el primer intento de llevar los proyectos tecnológicos al mar. La firma Blueseed lleva tiempo trabajando en un vivero de start-ups que se ubicaría en aguas internacionales frente a las costas californianas.
Los planes de Blueseed, fundada y dirigida por Dan Dascalescu, experto en proyectos tecnológicos marítimos, pasan por botar el buque que funcionaría como vivero de nuevas empresas en 2015. La barcaza de Google ha despertado el interés sobre las posibilidades que ofrece el mar a las empresas tecnológicas, lo que puede favorecer a Blueseed.
Hasta el momento, los impulsores del proyecto no han logrado mucho éxito entre los inversores. “Encontramos un gran problema. El proyecto está entre dos sectores: el tecnológico y el marítimo. El primer sector no está familiarizado con las actividades en el mar, el segundo no lo está con el potencial de negocio que tienen las start-ups”, explica Dascalescu, quien piensa que Google ha “tomado prestada” su idea para montar su proyecto en Treasure Island.
Sin embargo, un Silicon Valley flotante tendría varias ventajas. Al estar en aguas internacionales, los emprendedores no necesitarían los limitados permisos de trabajo y los inversores que quisieran visitarlos podrían hacerlo con un visado de turista. A cambio de una cuota de 1.600 dólares al mes, 1.500 emprendedores de todo el mundo desarrollarán sus ideas a bordo de un buque anclado a 12 millas de la costa, 90 minutos desde Silicon Valley.
Blueseed tiene previsto conseguir 31 millones de dólares en los próximos dos meses, necasarios para comenzar a navegar a principios de 2015. Según Global Post, ya cuentan con más de 500 empresas interesadas, dedicadas en su mayoría a fabricar software. Un 10% de las mismas proceden “de América Latina y España”, según Dascalescu.