Administración Pública, empresas y ciudadanos parecen haberse puesto de acuerdo en los últimos años en que el medio ambiente es cosa de todos y respetarlo es una de sus prioridades. Al menos en la teoría, ya que la práctica refleja que por culpa del desconocimiento o cuando ese ‘respeto’ toca directamente al bolsillo, esta prioridad puede llegar a pasar a un segundo plano.
Uno de los problemas que afectan al sector, y a estos tres protagonistas, es el de la basura tecnológica. La fabricación y el uso de la electrónica afectan al medio ambiente sobremanera, pero una vez que los equipos finalizan su vida útil, ¿qué pasa con ellos? Principalmente, que se convierten en piezas inservibles que además, suponen un problema para la naturaleza.
A nivel usuario, el principal problema es que no sabemos bien qué debemos hacer cuando ya no usamos más un producto tecnológico y en muchos casos acaba en el cubo de la basura, sin ser tratados específicamente. En teoría la responsabilidad de la recogida y el tratado posterior de los equipos es de los fabricantes, pero la práctica, como veremos más adelante, es más compleja.
Ante la duda, y como norma general, el usuario debería ponerse en contacto con la empresa fabricante o con los servicios de recogida de los ayuntamientos y Comunidades Autónomas, que en muchos casos, canalizan la obligación de los fabricantes.
La situación, si cabe, es peor en España que en otros países del entorno. En nuestro país el 45% de los ciudadanos admite reciclar regularmente los aparatos electrónicos, mientras que el 33% asegura que no lo hace nunca. Estas cifras corresponden a un estudio que ha realizado Dell y que señala que por ejemplo, en Alemania, los porcentajes son del 56% y el 25% respectivamente.
Los datos de Dell aseguran también que los hombres españoles están más al tanto de las legislaciones vigentes (58% de los hombres frente al 48% de las mujeres) y de las políticas de reciclaje de los fabricantes tecnológicos (66% frente a 51%), aunque el 84% de las mujeres se preocupa de lo que ocurre con los aparatos una vez salen de su hogar (frente al 73% de los hombres) y el 87% tienen en cuenta los niveles de consumo de un electrodoméstico a la hora de comprarlo (frente al 84% de los hombres).
Llama la atención que casi la mitad de los españoles no conoce o no tiene en cuenta la legislación europea, como la Directiva WEEE. Eso sí, un 23% de los encuestados en España admite que reciclaría más si supiera cómo el reciclaje ayuda al medio ambiente, mientras que un 30% admite que lo haría si existieran programas incentivados.
Pero no sólo el problema está en el producto en sí, sino que durante su fabricación debería tenerse en cuenta ya ese destino final que se le dará. Qué hacer con la tecnología que se queda trasnochada en un proceso constante de innovación también necesita de la concienciación del empresario.
“Por esta razón, Intel tiene en cuenta todas las partes del proceso de producción y se esfuerza por minimizar el impacto medioambiental de sus operaciones, pero también desarrolla productos más respetuosos con el medioambiente”, señala Beatriz Pérez, directora de Comunicación de Intel en Iberia.
¿Pero a qué están obligadas las empresas en este sentido? ¿Cuál es la situación legal? ¿Existen vacíos administrativos?
Como nos recuerda Gonzalo Torralbo, director adjunto de Asimelec (una de las patronales que aglutina a las empresas TIC), son los productores los encargados de gestionar los residuos, tal y como señala un Real Decreto que hace referencia a la directiva WEEE (Waste Electrical and Electronic Equipment) de la Unión Europea.
“La responsabilidad es individual del productor o de forma colectiva en forma de asociaciones sin ánimo de lucro”, establece. Por eso la patronal creó hace años ya fundaciones como Tragamóvil, Ecofimática y Ecoasimelec.
“El problema es que en España las competencias sobre la gestión de residuos están transferidas a las Comunidades Autónomas y son ellas las que autorizan a los gestores de residuos. El productor pone a la venta un producto y no sabe si se encuentra luego en Málaga o en Cuenca a la hora de retirarlo. Además, hay un par de comunidades en las que todavía no hay ningún gestor de residuos autorizado”, reconoce Torralbo.
En cuanto a los productos que vienen de fuera, es el importador el responsable, el que debe asumir en función de su cuota de mercado la recogida de sus productos. Así, si tiene un 1% de cuota de mercado, debería financiar un 1% de los gastos de recogida a través de los gestores. “El problema es que si no está afiliado a ningún sistema de gestión o no declara, no hay forma de controlarlo”, denuncia el directivo. Ahí es donde faltaría control por parte de las autoridades.
Según el directivo, la obligación marca recoger cuatro kilogramos de residuos tecnológicos por habitante y año. “En la actualidad estamos recogiendo 13 millones de kilos, casi el 25% de los residuos”, establece. Sin embargo, Torralbo señala que en breve se aprobará una modificación de la directiva que pasará a medir los objetivos en porcentajes sobre la venta del año anterior. “Ante esta forma de medición, no estaríamos cumpliendo con lo exigido”, reconoce.
A través de esos gestores de residuos, compuestos o financiados por las empresas productoras, los artículos tecnológicos se llevan a plantas de tratamiento que son específicas para productos electrónicos, donde la recogida es selectiva y se separan los materiales. “De lo recogido, el 65% se debe reciclar”, apunta el directivo.
De todas maneras, aunque existan estos canales, el principal problema para Asimelec es la falta de educación ambiental. “Ahí es donde hay que invertir, en crear puntos de recogida, en acercar los gestores de residuos a los ciudadanos”, establece Torralbo.
La concienciación ambiental por parte de los usuarios, a la hora del reciclaje de la basura tecnológica, es mucho mayor en productos de gran tamaño, sobre todo en las líneas blancas y marrón de electrodomésticos o cuando se trata de grandes ordenadores, televisores…
Sin embargo, los pequeños dispositivos no se suelen reciclar. De hecho, según un estudio realizado por Nokia, sólo el 3% de los usuarios de teléfono móvil recicla sus aparatos una vez que deja de utilizarlos. Las razones, variadas, pero destaca el hecho de que un 75% de los indivuduos ni siquiera sabe que es posible reciclarlos.
En España hay casi 53 millones de líneas de teléfono móvil, lo que supone una media de 2 móviles por persona como mínimo, ya que actualmente hay muchos más terminales que líneas de teléfono, según Fonebank, que señala que el 44% de la población guarda en sus hogares varios teléfonos obsoletos, sin conocer las consecuencias negativas que implica esta acción.
Esta compañía señala que aunque los individuos no lo sepan, el 90% de los componentes de un móvil es reutilizable: el 58% es plástico; el 17%, vidrio y el 25% está compuesto por metales como hierro, cobre, plata e incluso oro.
Las baterías son los elementos más contaminantes porque contienen elementos como el cadmio, el litio y metal hidruro. El material más preciado es el coltán, un metal capaz de soportar una alta carga eléctrica que se utiliza en todo tipo de aparatos electrónicos y permite que las baterías duren más.
El principal problema es el desconocimiento. De hecho, si se reciclan los teléfonos no es con un objetivo ‘verde’, sino para ahorrar dinero, por regla general. Así lo reconoce The Phone House, que ha experimentado un incremento en los últimos meses de un 25% en su Plan Remóvil y que desde el año 2000 ha recogido más de cinco millones de teléfonos, lo que ha permitido a los clientes obtener descuentos a la hora de comprar otro terminal.
Por otra parte, medidas como la adoptada por la mayor parte de los fabricantes de terminales móviles, que crearán un cargador común para todos los dispositivos a partir de 2012, permitirán la reducción de basura tecnológica.
La mayor parte de las empresas del sector TIC cuentan dentro de sus programas de Responsabilidad Social Corporativa con partidas específicas ‘verdes’ entre las que la recogida de basura tecnológica es una prioridad. Para elaborar este reportaje hemos analizado algunas de ellas.
En Intel, por ejemplo, llevan invertidos 23 millones de dólares desde hace nueve años en proyectos para lograr una mayor eficiencia energética. “Esto ha supuesto un ahorro de más de 50 millones de dólares y más de 500 millones de Kwh”, apunta Beatriz Pérez, directora de Comunicación de la firma en España.
En cuanto a la WEEE, Pérez señala que aunque la configuración final de los productos de Intel dedicados a servidores y telecomunicaciones es realizada por los ensambladores, I ntel se considera obligada por la directiva y proporciona servicios de reciclado para ellos. “En algunos países, nuestros distribuidores o las compañías que ofertan el producto al usuario final gestionan directamente este reciclado”, reconoce.
Dell, por su parte, lleva a cabo una política estricta de recogida de residuos y entre las últimas medidas que ha tomado está la de prohibir que se exporten equipos obsoletos a países en vías de desarrollo –otro de los problemas era que muchas de estas naciones eran utilizadas por los más avanzados como ‘vertederos tecnológicos’ a los que hacían llegar los equipos que ya no usan.
Aunque diversas directivas hablan de ‘residuo tecnológico’ dependiendo del material con el que esté construido el producto, dando permisividad a determinados compuestos, Dell ha redefinido el concepto. Para la compañía, residuo electrónico son “todas aquellas piezas o aparatos no operativos, independientemente del material del que estén compuestos.
La compañía ha desarrolloado también políticas precisas y estrictas que controlan que no se produzca trabajo infantil ni penitenciario en la eliminación de residuos electrónicos.
Por su parte, Vodafone lleva a cabo un programa de reutilización y reciclado de terminales móviles, para reacondicionarlos y aprovecharlos en países en vías de desarrollo o bien para recuperar sus componentes tras un proceso de tratamiento y reciclado adecuado.
Entre otras actividades, la compañía participa desde 2001 en la iniciativa Tragamóvil, promovida por Asimelec. Mediante ella los terminales que se recogen son enviados a plantas de tratamiento para su desmontaje y posteriormente se reutilizan los materiales como materias primas para otros productos. El Plan de Reutilización de Vodafone está a disposición de los clientes en los más de 2.000 puntos de venta de la operadora.
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