A Fondo: Así es el corazón de la compañía china con más proyección del mundo
La sede central de Huawei está en la ciudad china de Shenzhen. Curiosamente, sus respectivas historias tienen numerosas similitudes.
Especial desde Shenzhen (China)
Shenzhen es un lugar en constante movimiento. En los últimos años se ha convertido en la ciudad elegida por compañías tecnológicas, considerada el mayor centro de producción tecnológico del mundo y calificada como la Silicon Valley china. A su favor tiene la ubicación geográfica, a apenas 17 kilómetros de Hong Kong. Además, su condición de Zona Económica Especial desde 1980 la convierte en algo así como un páramo capitalista y en una de las ciudades de mayor crecimiento de China.
En apenas 20 años ha pasado de ser un pueblo pesquero a un centro financiero y empresarial que atrae a empresas y a personas de todas partes del país. Ha sido considerada la segunda ciudad de mayor crecimiento de 2000 a 2010, cuando tenía 10,4 millones de habitantes. Hoy ya supera los 15 millones.
Es también la ciudad que más inmigración interna recibe. Jóvenes como Lina se desplazan a buscar trabajo allí. “Hay muchas oportunidades”, nos cuenta. Como ella, la ciudad está llena de jóvenes que rondan los 30 años.
Una ciudad propia
A caballo entre la alta tecnología y la medicina tradicional china, Shenzhen es también la ciudad de Huawei. Impresiona el enorme atasco que hay en una de las salidas de la autopista que dirige desde el núcleo urbano a su sede central.
El área empresarial se construyó entre 1998 y 2014 y actualmente alberca a más de 40.000 empleados repartidos por los múltiples edificios que componen el campus.
Hay un centro de administración, uno de I+D (el primero que se construyó y tan grande como el presupuesto que destina la compañía a la innovación, un 15% de los 60.000 millones de dólares que ingresó en 2015), un centro de pruebas, uno de producción, uno de logística, un edificio cubista que aloja el centro de datos y un training centre, al que se desplazan los empleados para recibir cursos de formación.
También hay jardines, hoteles, instalaciones deportivas, residencias, restaurantes y hasta un estanque con cisnes negros, nos cuentan, a pesar de que no hemos podido verlos por las obras en curso.
Además de la ciudad de Huawei propiamente dicha, la firma tiene centros de producción en sus alrededores.
Casi todo se fabrica allí. No son capaces de decirnos cuántos componentes pasan por la planta de producción que visitamos en Shongshan Lake, aunque nos dan una aproximación: el centro de producción que visitamos prueba componentes por valor de 100 millones de dólares diarios.
La compañía ha conseguido reducir los tiempos de fabricación (de 15 a 1,75 días por producto) y aumentar la productividad gracias a la automatización de los procesos. Xueyongbo, director del canal de distribución de la oficina de Ciberseguridad de la compañía, nos cuenta durante la visita guiada que gran parte de las mejoras se produjeron cuando él estaba al mando.
Para esto fue necesario hacer un intenso estudio que determinara qué tareas podían automatizarse y cuáles no. A diferencia de los centros de producción de servidores y móviles que están mucho más automatizados, el de los componentes que visitamos necesita aún de mano de obra. A pesar de esto, no hay muchos empleados en el canal de producción, un panorama que cambia según llega la hora del descanso, donde las calles del campus se llenan de empleados.
Pueden distinguirse 3 tipos: los técnicos que trabajan en el montaje de las piezas, con un gorro blanco; los visitantes, con uno amarillo y los ingenieros, que visten uno azul.
La conquista de mercados internacionales
Huawei es probablemente la empresa china con más proyección internacional.
A pesar de que tiene casi 30 años de vida, podría decirse que la explosión de la marca está produciéndose en este momento. Y es que Huawei ha sido hasta hace pocos años una compañía dedicada exclusivamente a la fabricación de equipamiento de telecomunicaciones y al de móviles, aunque a diferencia de ahora, lo hacía a través de móviles marca blanca.
En los últimos años la compañía ha trabajado mucho para deshacerse de los clichés chinos y para construir una poderosa marca tecnológica; un esfuerzo que ha coincidido con la inauguración de dos nuevas áreas de negocio, la de Consumo y la de Empresa.
La china quiere ser reconocida como una marca moderna de consumo –la última campaña publicitaria cuenta con la participación de Scarlett Johansson y Henry Cavill– y un socio de confianza para las empresas.
No escatima en gastos para conseguirlo. Sus esfuerzos en marketing, un departamento que por cierto ocupa un enorme edificio en su sede central de Shenzhen, son incuestionables.
Se ha convertido en habitual patrocinador de equipos de fútbol como el Athlético de Madrid en España, el Arsenal en Inglaterra, el Galatasaray en Turquía o el Paris Saint-Germain en Francia, entre otros.
Ocupó un espacio de 4.000 metros cuadrados en la última edición del MWC de Barcelona y es un reconocido anfitrión de fiestas de gran impacto mediático. Con motivo de la puesta de largo del Huawei P9, Toni Jin Yong, enfatizó el dulce momento que la compañía estaba viviendo en el país. España es uno de los mercados más importantes de la marca y el elegido para batir a Apple y Samsung.
En el ámbito B2B, la compañía ya trabaja con el 20% de las compañías del Ibex 35 y su objetivo para este mismo año es ampliar el alcance hasta el 50%. El extenso portfolio de productos tiene una única razón de ser: proporcionar la conectividad a las empresas.
Y este negocio para Huawei se está haciendo fuerte gracias a la necesidad de las compañías, y en especial de los viejos socios teleco, de reinventarse digitalmente. Y no solo eso, sino de hacerlo además en un contexto que habla de tendencias como la nube, 5G, las redes definidas por software o Internet de las Cosas.
En definitiva, la compañía tiende la mano a las empresas para construir una infraestructura digital fuerte, algo que considera como el primer paso de la transformación digital y la primera piedra del camino hacia el crecimiento económico. De acuerdo al Índice Global de Conectividad 2015 (GCI), hay una correlación entre la competitividad digital y el PIB de los países. Una mejora en la infraestructura puede incrementar de media la competitividad en un 2,1%, la innovación en un 2,2% y la productividad en un 2,3%.