¿Qué tienen en común Nvidia, Qualcomm y Texas Instruments? Que las tres son compañías dedicadas a la fabricación de semiconductores y que todas ellas han pasado esta semana por el escenario del Mobile World Congress de Barcelona para mostrar al mundo sus últimos logros. Además, son norteamericanas. Dos tienen sede en California. Y algunas de las marcas de rendimiento más espectaculares de los últimos tiempos han sido fijadas por sus chipsets. ¿Algo más? Que sus creaciones se basan en la misma arquitectura de procesador: ARM Cortex.
Sin ir más lejos, los primeros chips móviles del mercado de cuatro núcleos (o cinco, según se mire) son deudores del diseño Cortex-A9. Con frecuencia de 1,4 GHz, Tegra 3 se encuentra en las entrañas del alabado Asus Transformer Prime, en promesas como HTC Edge, LG Optimus 4X HD o Motorola Atrix 3 y es el rival más fuerte a batir por la competencia. Por su parte, la familia de productos Snapdragon Krait, cuya versión “Pro” está siendo utilizada por hasta120 fabricantes de equipos móviles, se ha propuesto mejorar en un 80% el rendimiento por ciclo de los procesadores basados en Cortex-A9. Y todo partiendo de otro módulo de ARM, Cortex-A15. Al igual que OMAP 5, que con su proceso de 28 nanómetros está llamada a convertirse en una de las gamas más veloces del mercado.
De las islas a todo el mundo
El diseño de Advanced RISC Machines (ARM) nació hace casi treinta años en el Reino Unido como un proyecto de la empresa Acorn Computers. Su objetivo era crear chips de estructura sencilla que permitiesen a sus ordenadores ejecutar tareas a mayor velocidad y sin consumir demasiada energía. De hecho, el primer modelo comercializado sólo contaba con 30.000 transistores y no incluía caché. Aunque la gran oportunidad le llegó de la mano de Apple, que a principios de los 90 se decantó por este invento para dar vida a su PDA Newton e impulsó la fundación de ARM Holdings.
Desde entonces el núcleo ha evolucionado sin perder de vista su lema de “más rendimiento, menos consumo”. Ha saltado del RiscPC a dispositivos de las nombradas Nvidia, Qualcomm, Texas Instruments, y muchas otras. Grandes nombres del sector como Apple, Samsung, Microsoft, LG, Sony, NEC, Broadcom, Marvell, ST-Ericsson, Fujitsu, Toshiba o Infineon, por nombrar una pequeña muestra, también han llegado a acuerdos con la firma de Cambridge en algún momento para customizar su tecnología. Los recuentos oficiales hablan de 86 licencias Cortex-A expedidas a lo largo de los años, que se transforman en 22 y 123 para Cortex-R y Cortex-M, respectivamente. Y que se llegan a doblar en el caso de los procesadores clásicos, como la familia ARM9.
Éstos son profusamente utilizados en modernos smartphones, tabletas, discos duros o consolas, tanto que el 90% de los chips RISC empotrados y el 75% de los de 32 bits parten en la actualidad de un diseño de ARM. A su favor cuentan con una baja temperatura de trabajo y la capacidad de estirar cada vez más la autonomía de las baterías. Aparte fomentan el desarrollo de dispositivos compactos, ligeros y ultradelgados, en la línea de lo demandado por usuarios y fabricantes. Otra ventaja es un coste de producción inferior respecto a las plataformas x86 de bajo consumo de Intel y AMD, lo que repercute en el precio final de distribución.
Sin fabricar chips por sí sola, ARM ha conseguido montar un imperio a su alrededor que durante el último trimestre le ha reportado más de 33 millones de libras en beneficios con una subida interanual del 11%, y casi 138 millones en ingresos (un 21% más). Y para este año espera crecer hasta los 540 millones de libras, no sólo gracias al ecosistema móvil y al hecho de haber sido elegida por Microsoft para sustentar Windows 8 en tabletas, sino también por su colaboración con la segunda generación de Google TVs, un buen puñado de electrodomésticos, el sector de la automoción y quizás los futuros MacBook Air. A más largo plazo intentará atacar el negocio de los centros de datos empuñando su propio diseño de 64-bit para servidores, ARMv8, que ya ha captado la atención de gigantes como Dell y Hewlett-Packard.
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