Imagine que, cuando llega el momento de hacer la compra, cada producto de su
casa estuviera conectado con la red mediante sensores de comunicación
inalámbricos. Se podría elaborar así una lista de la compra en tiempo real, a
través de cualquier dispositivo y desde donde quiera que uno se encuentre. Cada
“click” supondría tener el pedido preparado en nuestra tienda habitual para tan
sólo pasar a recogerlo o que nos lo entregasen directamente en casa.
Esto sería posible, o está siendo posible, gracias a la introducción
paulatina de dispositivos de comunicación en el hogar. Incluir un sensor de
radio frecuencia (RF) en cada producto, de una manera parecida a los códigos de
barras que ya son universales, nos puede hacer la vida más fácil y cómoda.
Cuando todo lo que pueda estar conectado, lo esté en la práctica, el número
de dispositivos de la red irá aumentando y será notablemente mayor al número de
personas que utilizan esta red. Sobre el año 2010, el número de dispositivos
conectados a la red móvil de cada persona ya será de al menos unos 10, lo que
nos da un dato de unos cinco mil millones de puntos móviles de conexión a nivel
mundial.
Pero para alcanzar esta “promesa” de Hiperconectividad hay dos factores
interrelacionados entre ellos de los que dependemos: la inteligencia de las
redes y comunicaciones y las aplicaciones.
Es imprescindible que las redes sean de muy alta velocidad y de banda ancha
ya que el elevado número de conexiones así lo requerirá. Estas redes serán
capaces de procesar cantidades ingentes de información y contarán con la
inteligencia suficiente para detectar la localización exacta de las personas y
las máquinas, así como sus necesidades de seguridad, a la vez que garantizarán
el acceso continuo a tecnologías ya sean de cable o inalámbricas.
En lo referente a las aplicaciones, ya hay toda una revolución puesta en
marcha reinventando las existentes. Y es que el mundo empresarial se ha dado
cuenta de la ventaja competitiva crítica que supone ofrecer estas nuevas
aplicaciones a sus clientes.
La próxima generación de aplicaciones será inteligente y completamente
equipada con independencia del interface que se emplee para acceder a ellas. Ya
hay ejemplos de experiencias de comunicación totales que llevan aplicaciones
integradas como es el caso de webs de compañías que, en su servicio de atención
al cliente, tienen un acceso directo con un simple clic a su agente en tiempo
real. Aquí todo está integrado desde un punto de vista tecnológico, ya que
disponen de correo electrónico incluyendo mensajes de voz en la misma bandeja de
entrada.
En el caso de un hospital, una enfermera podrá coordinar cuando cambiar la
medicación de sus pacientes sin la presencia física del médico, pues tendrá la
capacidad de pedir consejo a través de su PDA. Así, las aplicaciones trabajarán
a la vez en la localización de un médico conectado que, a su vez, decida sobre
el tratamiento y pueda enviar la aprobación a la enfermera en cuestión de
segundos.
Ahora bien, hay una premisa que hay que tener presente para garantizar una
correcta evolución hacia la era de la hiperconectividad y es que, mientras que
la evolución de las aplicaciones supone un incremento de la complejidad
tecnológica, esta dificultad no debe trasladarse al usuario, al que hay que
proporcionarle servicios rápidos, inteligentes y sencillos. Sólo así estos
beneficios tendrán un impacto directo en las cuentas de resultados de las
empresas pues, en la mayoría de los casos, verán como aumenta la satisfacción de
sus clientes. Por ejemplo, un empleado de una compañía aérea que tenga que
atender a un viajero molesto porque su vuelo se ha cancelado y necesita una
reserva de hotel, puede conseguir la aprobación de su superior en minutos, la
podrá gestionar y el cliente estará más que satisfecho con el trato recibido.
Por tanto, hay que conseguir integrar las aplicaciones con las capacidades de
comunicación del usuario y con cada una de las bases de datos de información de
la propia red. De esta manera se alcanza una comunicación en tiempo real que
afecta a diferentes bases de datos y conexiones que se relacionan entre sí para
interactuar como una sola.
El mundo hiperconectado está ya en marcha y al contrario de lo que se pueda
pensar, la mejora de las comunicaciones va a influir también en la mejora de las
relaciones entre personas, como se está viendo entre los empresarios y sus
clientes. Si hace 200 años, antes de la Revolución Industrial, el trato entre el
consumidor y el proveedor era muy cercano y la revolución modificó estos
parámetros con la introducción de la producción en cadena y, por tanto, de
muchos intermediarios; ahora de nuevo, se está viviendo un acercamiento. Y es
que la era de la hiperconectividad facilita todas las comunicaciones posibles y
supone la eliminación de obstáculos al disponer de dispositivos y aplicaciones
que se comportan con inteligencia funcionando en redes rápidas de banda ancha.
Si en numerosas ocasiones se ha tachado a la tecnología de impersonal, en el
mundo hiperconectado, será precisamente la tecnología la que restablezca las
relaciones interpersonales entre la empresa y el cliente.
* Fernando Valdivielso es director general de
Nortel
Iberia
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