Los hay en restaurantes. En hoteles. En parques. En aeropuertos. Los hay sobre atascos de tráfico. Sobre monumentos. Sobre curiosidades como baldosas trampa. E incluso hay uno en el espacio. Son los check-in popularizados por Foursquare, esa red social que basa su funcionamiento en tecnología de geolocalización móvil y que, aunque no llegó la primera, sí desató la fiebre por registrar cada paso dado en el mapa.
Aprovechando la navegación GPS por satélite y el sistema de triangulación de repetidores de telefonía, que permiten calcular la posición geográfica exacta de una persona, se puede consultar y compartir información con amigos en tiempo real. Desde escribir comentarios hasta subir fotografías, pasando por las recompensas en forma de descuentos, consumiciones gratuitas o simbólicas medallas, los incentivos para utilizar este tipo de servicios son variados. Y además, compatibles con los principales sistemas operativos.
Gowalla, Brightkite, Loopt, Whrrl y Plazes ya existían antes del boom. También se había intentado como Dodgeball. Y más tarde como Hotlist. Tras Koprol llegó Geomium. Y después Lowffer, entre otros. Sin olvidarnos de Google y su entramado Latitude, Hotpot, Street View, Maps y Places. Incluso Twitter introduce la posibilidad de localizar mensajes y Tuenti, la de publicar información sobre lugares de ocio. Con mayor o menor fortuna, todos se están viendo las caras con Facebook Places, que en menos de un año de vida ha conseguido convertirse en la herramienta favorita de 30 millones de ciudadanos frente a los 10 millones de Foursquare. O lo que es lo mismo, ha conseguido ser aceptada por el 90% de las personas asiduas a aplicaciones de localización.
Pero, ¿cuántas no se han sumando a la moda? Según un estudio de la agencia Beyond, el 83% de la población estadounidense todavía no lo ha hecho. Y eso en el país que ha exportado este modelo de negocio al resto del mundo. En España, el grado de penetración es todavía más reducido: un 4%, basándonos en los de datos del Interactive Advertising Bureau (IAB) para 2010. Estas aplicaciones se están quedando en novedad de la que todo el mundo habla, pero que pocos se atreven a explorar.
Déficit de infraestructura, contenidos y privacidad
No estar en posesión de un smartphone, carecer de motivación o preservar la privacidad son las razones más esgrimidas. Aunque se calcula que más de dos tercios de los teléfonos españoles están equipados con tecnología 3G y que cuatro de cada diez llevan GPS, la falta de aprendizaje y de oportunidades de uso explica que los niveles de conexión sean todavía mínimos. En España además se suman ciertas barreras como son la inexistencia de cobertura de red en muchos sitios y las altas tarifas de los operadores de telefonía.
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