Anonymous: Poniéndole rostro al mito
Comenzó su andadura en 2003 y ya cuenta con multitud de ataques DDoS a sus espaldas, una recién estrenada web para intercambio de datos y hasta su propio sistema operativo. Éste es el recorrido de la organización hacktivista más famosa de la escena internacional.
Cuando Alan Moore y David Lloyd crearon V de Vendetta allá por la década de los 80, poco se podían imaginar que veinte años después un grupo de usuarios de Internet adoptaría como símbolo propio la misma máscara con el rostro de Guy Fawkes que ellos habían ideado para ocultar el rostro del protagonista de su novela gráfica. V era un anarquista dispuesto a liderar en la ficción una revolución con la que derrocar el régimen fascista de su país. Y Guy Fawkes fue un militar católico que participó en la vida real en la conocida como Conspiración de la Pólvora, un complot donde su cometido era volar con explosivos el Parlamento de Londres asesinando así al rey Jaime I y a la mayoría de la aristocracia protestante de la época.
Con métodos de actuación algo más “light”, pero con idénticas máximas de secretismo y rebelión ante la autoridad nace en 2003 el grupo de hacktivistas Anonymous. El término fue usado por primera vez en el tablón de imágenes 4chan que asignaba la etiqueta de “anónimo” a aquellos miembros que dejaban comentarios sin registrarse y que llegan a ser tratados como una identidad compartida, bajo el diminutivo de Anon. También hace referencia explícita al anonimato que respalda(ba) a los usuarios cuando se mueven por Internet. Esta idea de un colectivo de individuos sin rostro ni nombre pero con capacidad de actuación real se extiende rápidamente a través de la red hasta el punto de convertirse en meme y originar el mito.
“Somos Anonymous. Somos Legión”
El simbolismo también está presente en otros signos de identificación del grupo, como la conocida imagen de un hombre vestido con traje formal, corbata y sin cabeza que apunta directamente a la ausencia de líderes. Y es que este movimiento se define por su carácter descentralizado, la igualdad de todos sus componentes, el debate y la asunción de conciencia colectiva. Se desconoce cuántas personas lo conforman a nivel mundial, aunque los recuentos en mensajes lanzados desde vídeos reivindicativos, páginas oficiales, wikis, chats IRC y cuentas en redes sociales como Facebook y Twitter apuntan alto: “Anonymous eres tú. Anonymous es tu familia, tus amigos y tus compañeros de trabajo”. También aseguran que la impresión popular sobre la media de edad está sesgada y hay muchos adultos implicados.
O, tal y como expresa su lema, “Somos Anonymous. Somos Legión”. Para unirse a sus filas basta con descargarse la herramienta para ataques distribuidos de denegación de servicio (DDoS) RefRef e intentar tumbar el servidor host de cualquier página como consecuencia de un exceso de peticiones y un agotamiento de los recursos. La contrapartida de esta anarquía es que en más de una ocasión ciberactivistas individuales han iniciado falsas campañas en nombre de Anonymous, que después han tenido que ser desmentidas. O que con el tiempo se ha vuelto complicado confirmar la veracidad de las informaciones relacionadas con el grupo. Y es que… ¿dónde ha quedado el anunciado golpe a Facebook? ¿y el apagón general del 31 de marzo?
De la diversión a las manifestaciones callejeras
En su forma primitiva la bandera del anonimato fue ondeada para emprender ataques online por pura diversión o en pro de “los lulz (lols)”, provocando la caída de servidores y filtrando información privada. Pero a partir de 2008, las acciones de Anonymous se han orientado cada vez más a defender la libertad de expresión en Internet y a protestar contra las campañas antipiratería de gobiernos y gigantes de la industria cinematográfica y musical. Sus acciones también han traspasado las fronteras virtuales del ordenador para unirse a manifestaciones en la calle. En este sentido, uno de los momentos cumbres en España fue la irrupción de varios centenares de enmascarados en la ceremonia de los premios Goya 2011 para protestar contra el proyecto de la Ley Sinde, derribos de las webs de la Academia de Cine y de la propia gala aparte.
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