Las compras y fusiones de compañías se han convertido en algo habitual en todos los sectores. Como consecuencia directa de los cambios estructurales que se generan en las organizaciones, las áreas de TIC se encuentran con una arquitectura de aplicaciones muy compleja, con aplicaciones redundantes, inconexas, que no siguen los estándares y que penalizan en gran medida la agilidad del negocio y la innovación, amén de resultar caras y difíciles de mantener.
Para resolver los problemas que se derivan de todo esto, las empresas están embarcadas en iniciativas de transformación de TIC, orientadas a reducir costes, maximizar el retorno de la inversión, optimizar el centro de datos, mejorar el conjunto de proveedores y, por supuesto, racionalizar la cartera de aplicaciones de TI.
La racionalización de la cartera de aplicaciones de TI no es una iniciativa nueva, pero se ha revelado como una de las más eficientes desde el punto de vista de ahorro de costes, calidad del servicio y retorno de la inversión.
Los principales beneficios que se obtienen con la racionalización de la cartera de aplicaciones son: reducción sustancial del coste total de la propiedad y del mantenimiento de las aplicaciones de TIC, optimización de la calidad del servicio, mejora de la arquitectura empresarial de las aplicaciones e incremento de la agilidad y la capacidad de innovación.
Como es lógico, la racionalización de la cartera de aplicaciones debe estar completamente alineada con la estrategia y los objetivos de la compañía, por lo que el proceso de racionalización debe comenzar con la definición estratégica de la cartera de aplicaciones incluyendo, entre otras cosas, sus objetivos, los parámetros que definen su valor para el negocio y las métricas adecuadas para poder identificar y controlar de forma consistente y homogénea la gestión de la cartera.
El siguiente paso en la racionalización de aplicaciones es el análisis de la situación, con el que se obtendrá un conocimiento claro y actualizado de la cartera actual de aplicaciones. Esta fase comienza con la creación del inventario de aplicaciones, seguida del estudio y clasificación de las mismas. En este análisis se recogerá información del tipo: uso de la aplicación, responsable de la misma, objetivo de la aplicación, tecnología utilizada, valoración de usuarios, salud técnica, etc.
Una vez realizados los pasos anteriores, estaremos en disposición de diseñar el nuevo mapa de aplicaciones de la compañía teniendo en cuenta parámetros como aporte del máximo valor para el negocio, nivel de riesgo a asumir o encaje con la arquitectura corporativa. Estos parámetros permitirán decidir qué aplicaciones se deben armonizar y consolidar para evitar duplicidades e inconsistencias, qué aplicaciones se deben conservar, cuáles mejorar en el sentido de invertir en ellas o transformar y, por supuesto, cuáles deben ser retiradas.
Para finalizar, se deben acometer las acciones de transformación consecuencia de dicho proceso de racionalización, que engloban la gestión y el seguimiento de programas, proyectos y recursos de todo tipo con el objetivo de apoyar la estrategia de transformación de TI de la compañía.
Las herramientas y técnicas de gestión de proyectos y cartera de proyectos (PPM por sus siglas en inglés) son de gran ayuda en los procesos de transformación de TIC, y por ende en la racionalización de la cartera de aplicaciones, ya que permiten realizar de forma rigurosa la planificación, ejecución y control de los proyectos de transformación. Adicionalmente, facilitan el análisis y la toma de decisiones, permiten la reducción de riesgos, coste y tiempos asociados a la ejecución y entrega del plan de transformación y, por último, mejoran la calidad y la entrega del servicio.
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