El primer artículo sobre el tema de la propiedad de la Luna se publicó en 1951 y se llamó “Vuelos a gran altitud y Soberanía Nacional”. La cuestión era decidir si la Luna debía ser tratada como cualquier otra propiedad de la Tierra o si las leyes espaciales debían diferir de las aplicadas aquí.
Con la carrera espacial que siguió a la Segunda Guerra Mundial, la cuestión principal, más allá de la de ser el primer en llegar a la Luna, era la de saber qué iba a pasar con el que llegase segundo. Por eso se firmó en 1967 el Tratado de Espacio Exterior, que establecía, en su artículo II, que “el espacio exterior, incluida la Luna, no puede estar sujeto a la propiedad nacional bajo el principio de soberanía, ni en lo que se refiere a uso u ocupación, ni en ningún otro sentido”.
De esta forma (fue firmado por 62 países), se establecía que ningún país podría convertirse en soberano de la Luna. Tampoco se podrían abrir fortificaciones ni instalar bases militares en la Luna. Quedaba sin embargo abierta la cuestión de si un particular podía comprar superficie lunar. ¿Podía un terreno, que no pertenecía a ningún estado, ser comprado y vendido por particulares?
Se redactó un nuevo tratado, el Tratado Lunar, en 1979, que eliminaba la posibilidad de que la Luna pudiera ser adquirida con derechos privados. Pero Estados Unidos no lo ratificó. Las trece naciones que sí lo firmaron no eran en aquellos momentos potencias espaciales.
Por tanto, la pregunta sigue aún siendo objeto de discusión internacional. Según la ley, cualquiera podría comprar un pedazo de superficie lunar y construir en ella una parcelita de veraneo. De hecho, hay gente que ya lo ha hecho. Dennis Hope, propietario de Lunar Embassy, dice que ha vendido 500 millones de acres en la Luna en parcelas del tamaño de un campo de fútbol y a un precio de entre 16 y 20 dólares. Los compradores eligen el lugar que mejores vistas tenga (los límites son el Mar de la Tranquilidad y el lugar de alunizaje del Apolo). Lo que hizo Hope fue escribir a la ONU diciendo que iba a empezar a vender propiedades en la Luna. Como no le dijeron lo contrario, asumió que tenía el permiso. Por supuesto, el título de propiedad sigue siendo dudoso, pero es una aproximación que se aprovecha de la falta de conformidad internacional al respecto.
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Popular Mechanics
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