A fondo: Los 3 sueños (y medio) de Elon Musk

El número de proyectos tecnológicos en los que Elon Musk está implicado sigue creciendo. Desde que el empresario de tan sólo 45 años nacido en Sudáfrica participó en la creación de PayPal, a donde llegó vía X.com y en donde coincidió con otros destacados miembros de la industria tecnológica como Peter Thiel con los que acabó conformando la conocida como “Mafia de PayPal”, se ha embarcado en aventuras que poco tienen que ver con los pagos online. Que van mucho más allá. Musk fue uno de los grandes beneficiados por la millonaria compra de PayPal a manos de eBay en 2002 y desde principios de este nuevo siglo ha sabido sacar partido a su fortuna y a su ingenio, embarcándose en la creación de compañías y el impulso de proyectos de naturaleza diversa. Eso sí, todos ellos comparten un objetivo de grandeza, de hacer lo que nadie ha hecho hasta el momento, de innovar.

Lo último que se sabe de Elon Musk es que está detrás de una compañía de inteligencia artificial bautizada como Neuralink que pretende vincular el cerebro humano con los ordenadores. O eso es lo que se sospecha. Sin que haya todavía un anuncio oficial al respecto, se habla ya de la posibilidad de cargar y descargar pensamientos. De mejorar la capacidad cognitiva de las personas. De mejorar incluso su salud. Del tratamiento de depresiones, de la epilepsia y de otras enfermedades que afectan a la sociedad actual. De revolucionar, en definitiva, la investigación médica. Neuralink es, a falta de formulaciones bien definidas, una utopía. Una aspiración a medio concretar. Pero viene a ratificar que Musk sueña con tecnología. Y sueña a lo grande. En el campo de la inteligencia artificial, él ya estaba implicado en su desarrollo seguro a través de la compañía sin ánimo de lucro OpenAI. Ahora va a por más.

Tesla, Hyperloop, SpaceX

Hay tres grandes metas que persigue Musk. Uno de los grandes sueños tecnológicos de este gurú consiste en “acelerar la transición del mundo a la energía sostenible”. Al menos ésa es la misión que subyace tras Tesla, la firma de automoción de la que forma parte y cuyo nombre honra al pionero Nikola Tesla. Desde 2003, esta compañía busca asentar la idea de que comprar un coche eléctrico es más apropiado que adquirir la más extendida alternativa que consume gasolina. Desde entonces, Tesla ha ido incrementando su capacidad de producción y fabrica diferentes versiones de vehículos, como son el Model S, el Model X y el Model 3, sustentados por una creciente red de “súper cargadores” o estaciones de carga rápida que se reparten por diferentes partes del planeta. Además, ha unido fuerzas con SolarCity, otra compañía de Musk que se dedica a la energía renovable y fue absorbida por Tesla el año pasado.

Tesla apuesta por los coches que no contaminan, y también por los coches que se conducen solos. Y es que en cuestión de conducción autónoma no todo lo que existe es Google (o Alphabet, a través de Waymo). Rivales del gigante de Mountain View como Uber o los fabricantes de coches tradicionales se han interesado por las posibilidades de los vehículos que no necesitan de un conductor al volante, y que ni siquiera requieren del propio volante, para moverse por la carretera y llegar a su destino. Tesla se mueve por los mismos derroteros. Está experimentando con experiencias de conducción que se deshacen del componente humano, aunque esto le ha dado ya algún que otro quebradero de cabeza. Hace unos meses salió a luz el caso de una muerte por un accidente con un coche de Tesla que llevaba la función de piloto automático activada.

A Musk no sólo le interesan los viajes por carretera y todo lo que pueden aportar a nuestro día a día, y transformarse para mejorar. Le interesan los viajes en general. Los viajes más rápidos e incluso los viajes al espacio. Otro de sus grandes sueños es reducir el tiempo que cuesta desplazarse en la actualidad, de un punto a otro del mundo. Para ello ha animado a construir un medio de transporte que sea más rápido que el coche y que otras opciones cotidianas. Se trata del Hyperloop, que según se anunció en su día permitiría recorrer el trayecto que separa las ciudades de Los Ángeles y San Francisco (alrededor de 560 kilómetros) en más o menos media hora. Esa media hora es lo que se tarda actualmente en cubrir por tren la distancia que existe entre ciudades de una misma provincia española, como A Coruña y Santiago de Compostela, que se encuentran a poco más de 70 kilómetros la una de la otra. Por medio de túneles, tubos, cápsulas y parafernalias similares, y muchos cálculos físicos, el Hyperloop habilitaría los viajes supersónicos.

Se apunta a una velocidad punta del Hyperloop de 760 mph, unos 1.223 km/h, más que los aviones. Una segunda ventaja, más allá de su velocidad, sería el precio, ya que la pretensión es que el billete para viajar en Hyperloop sea económico. Alrededor de la visión de Hyperloop han ido apareciendo diferentes organizaciones y equipos de investigadores que buscan convertir el sueño en realidad. Por ejemplo, Hyperloop One se presenta como “una nueva forma de mover personas y cosas a velocidades de aerolínea por el precio de un billete de autobús”. Otro ejemplo es Hyperloop Transportation Technologies, que ha iniciado actividades en Estados Unidos y también se ha propuesto introducir el Hyperloop en el Viejo Continente. Se ha puesto en contacto con el Gobierno eslovaco para unir su país con Austria y Hungría y estudia, entre otras cuestiones, la viabilidad de instalar este método de transporte en la República Checa y Eslovaquia, en pleno corazón europeo.

Un tercer gran sueño de Elon Musk se centra en posibilitar la vida en otros planetas, más allá de la Tierra. Así, directamente. Es algo que impulsa a través de su empresa SpaceX, que se encarga de diseñar, fabricar y lanzar al espacio tanto cohetes como naves, Falcon y Dragon. La empresa lleva casi quince años de andadura con la mira puesta en “revolucionar la tecnología espacial” y “el objetivo final de permitir que la gente viva en otros planetas”, como Marte. Mientras tanto, en su proceso de crecimiento, se ha asociado con la propia NASA. Firmó un contrato de 1.600 millones de dólares para acometer misiones de la Estación Espacial Internacional. Y el fin es transportar también tripulación. Recientemente desvelaba que llevaría a dos ciudadanos en un viaje alrededor de la Luna tan pronto como en 2018. Aunque éstos deberán pasar unas pruebas de salud y formación antes de embarcarse en la aventura, ya han pagado un depósito, lo que habla de la seriedad de la propuesta de SpaceX.

Primero se utilizará la nave Crew Dragon o Dragon Version 2 para una misión este mismo año a través del programa de tripulación comercial de la agencia espacial estadounidense, pero sin personas a bordo. Luego ya seguirán las misiones con gente. SpaceX destaca que este reto implica que los seres humanos vuelvan al espacio profundo por primera vez en 45 años, pero viajando “más rápido y lejos en el sistema solar que cualquiera que los haya precedido”. Eso sí, “al igual que los astronautas del Apolo antes que ellos, estos individuos viajarán al espacio llevando las esperanzas y los sueños de toda la humanidad, impulsados por el espíritu humano universal de la exploración”. La trayectoria de SpaceX no sólo le ha reportado alegrías a Musk, también algún disgusto, como alguna explosión. En esta área espacial tiene la competencia especial de otro empresario tecnológico: Jeff Bezos con Blue Origin.

Mónica Tilves

Licenciada en Xornalismo por la Universidad de Santiago de Compostela en la especialidad de Periodismo Electrónico y Multimedia. Apasionada de los gadgets, la fotografía digital, el diseño web y el arte. Tras un primer contacto con el mundo de la prensa escrita y con la suficiencia investigadora debajo del brazo, me decanto por los medios online. Cubro la actualidad informativa en Silicon Week desde 2011, además de colaborar en otras publicaciones del grupo NetMediaEurope en España como Silicon News. Ahora en Silicon.es.

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