Tim Berners-Lee creó la Web, y ahora quiere salvarla antes de que sea tarde. No en vano, la mitad de la población todavía no tiene acceso a internet y los demás, los que sí son internautas, se enfrentan a riesgos de diversa índole.
“El poder” que tiene esta gran herramienta, reconocida como un derecho humano, “para transformar la vida de las personas, enriquecer la sociedad y reducir la desigualdad es una de las oportunidades definitorias de nuestro tiempo”, señala el propio Berners-Lee. “Pero si no actuamos ahora -y si no actuamos juntos– para evitar que la web sea mal utilizada por aquellos que quieren explotar, dividir y socavar, corremos el riesgo de desaprovechar ese potencial”.
Por ello, se ha puesto en marcha la iniciativa Contrato para la Web, que nace refrendada por más de 160 organizaciones, entre las que se encuentran algunos gigantes tecnológicos como Microsoft, Google y Facebook, pero también organizaciones como Reporteros Sin Fronteras y Ranking Digital Rights o los gobiernos de países como Alemania, Francia y Ghana.
A lo largo de 76 cláusulas, este Contrato traza un plan de acción a nivel mundial para proteger el mundo online y guiar el camino que deberían seguir de ahora en adelante las políticas digitales.
Así, por ejemplo, la clase política estaría obligada a garantizar el acceso total a internet por parte de sus ciudadanos y las empresas tendrían que establecer un coste asequible y proteger derechos y libertades de los internautas. La sociedad civil debería construir, mientras tanto, comunidades férreas.
En total, se establecen nueve grandes principios. Los tres primeros, dirigidos a los gobiernos, buscan “asegurarse de que todo el mundo pueda conectarse a internet”, “hacer que la totalidad de internet esté disponible en todo momento” y “respetar y proteger los derechos básicos de las personas sobre sus datos y su privacidad en la red”.
¿Cómo? Por ejemplo, fijando y cumpliendo objetivos reales como que, ya para el año 2025, el coste de 1 GB de datos móviles no supere el 2 % de los ingresos mensuales medios.
Otros tres principios se enfocan a las empresas: “hacer que internet sea asequible y accesible para todo el mundo”, “respetar y proteger la privacidad y los datos personales, con el fin de generar confianza en la red” y “desarrollar tecnologías que promuevan lo mejor de la humanidad y contribuyan a mitigar lo peor”.
Esto pasaría, entre otras cosas, por publicar qué inversiones se están haciendo para optimizar las redes. Pero también por apostar dentro de la empresa por una fuerza de trabajo más diversa, el fomento de la interoperabilidad o el desarrollo de estándares abiertos.
Los tres últimos principios hablan de “crear y colaborar en la Web”, “construir comunidades sólidas que respeten el discurso civil y la dignidad humana” y “luchar por la Web”. Todos ellos son responsabilidad de la ciudadanía en general.
Una ciudadanía que está llamada a aportar su granito de arena en la producción y traducción de contenidos a idiomas minoritarios o a no participar en la difusión de información íntima sin consentimiento. Estos son solo dos detalles de lo mucho que cada individuo puede hacer si quiere contribuir a mantener la salud del mundo online.
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