El mantra “Don’t be evil” (“No seas malvado”) guio durante años a Google, ahora engullida por la estructura de Alphabet. Pero el lema desapareció de su código de conducta hace unos tres años y el descontento de sus empleados con las prácticas llevadas a cabo por el gigante tecnológico ha ido creciendo de manera acompasada.
La sensación entre sus trabajadores es que la compañía del popular buscador (entre otros muchos productos) ya no es lo que era. Ha perdido la esencia con la que nació.
Para luchar en favor de sus derechos, trabajadores de Google y de otras firmas como Waymo, Verily, Fitbit y Wing se han juntado para dar vida a Alphabet Workers Union con el apoyo de Communications Workers of America.
Se presenta como el primer sindicato abierto a todos los miembros en plantilla y trabajadores independientes de cualquiera de las filiales del gran conglomerado que es Alphabet, que son más de 120 000 personas. Esto es, desde empleados a tiempo completo a trabajadores temporales o proveedores. De momento se han sumado más de 200.
Un listado de siete valores rige su existencia, empezando precisamente por la convicción de que cualquier tipo de trabajador merece ser escuchado.
Otros de sus pilares son la toma democrática de decisiones a través de una escucha activa, la solidaridad, la justicia social y económica, un entorno laboral libre de acoso y otros males como discriminación, intolerancia o represalias y la priorización de la sociedad y el medioambiente por encima de los beneficios económicos a toda costa. “Podemos ganar dinero sin hacer el mal”, defiende la Alphabet Workers Union.
Sus integrantes también establecen que todos los aspectos alrededor del trabajo deben ser transparentes. Esto incluye la libertad para negarse a participar en un proyecto que vaya en contra que de convicciones personales. Es algo que los empleados de Google ya reclamaron en su día, a causa del Proyecto Maven.
Google se había aliado con el Departamento de Defensa estadounidense en un programa que implicaba el uso de inteligencia artificial y drones, por lo que varios miles de empleados se opusieron a trabajar en tecnología poco ética cuando salió a la luz la naturaleza del proyecto: el negocio de la guerra.
Eso ocurrió en la primavera de 2018. Meses más tarde, 20 000 empleados salieron a la calle en diferentes partes del mundo. Este episodio de protestas respondía a la noticia de que la compañía californiana había pagado decenas de millones de dólares en compensaciones a exejecutivos acusados de conducta inapropiada. Uno de ellos fue el creador de Android, Andy Rubin.
El caso más reciente que ha indignado a la comunidad que trabaja para Alphabet ha sido el despido de la investigadora de inteligencia artificial Timnit Gebru. Su salida disparó las críticas sobre prácticas como la censura y el racismo.
“Este sindicato se basa en años de organización valiente por parte de los trabajadores de Google”, destaca Nicki Anselmo, jefa de programa y una de las integrantes de Alphabet Workers Union, organización que lamenta que los trabajadores que han intentando defender sus derechos en el pasado se han topado con “intimidación, represión y despidos descaradamente ilegales” o la contratación de asesores antisindiciales.
“Desde luchar contra la política de ‘nombres reales'” en Google+ “y oponerse al Proyecto Maven hasta protestar por los atroces pagos multimillonarios otorgados a ejecutivos que han cometido acoso sexual, hemos visto de primera mano que Alphabet responde cuando actuamos colectivamente”, explica Anselmo.
“Nuestro nuevo sindicato proporciona una estructura sostenible para garantizar que nuestros valores compartidos como empleados de Alphabet sean respetados incluso después de que los titulares se desvanezcan”, añade.
Alphabet Workers Union nace para dotar a los trabajadores de la compañía de una fuerza organizada capaz de conseguir cambios reales y modificar la forma de interactuar entre ejecutivos y trabajadores.
“Esto es histórico: el primer sindicato en una importante empresa de tecnología por y para todos los trabajadores tecnológicos”, comenta Dylan Baker, ingeniero de software y participante también en esta organización.
“Elegiremos representantes, tomaremos decisiones democráticamente, pagaremos cuotas y contrataremos organizadores capacitados para asegurarnos de que todos los trabajadores de Google sepan que pueden trabajar con nosotros si realmente quieren que su empresa refleje sus valores”, explica.
La pequeña empresa que quería luchar contra el mal encuentra ahora la réplica en su interior. Los empleados de Alphabet quieren volver al origen.
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