Cuando pensamos en almacenamiento informático, lo más probable es que lo primero que nos venga a la cabeza sean discos duros, CD, DVD y memorias flash o SSD. Quizá a algún nostálgico recuerde los discos de 5,25 y 3,5 pulgadas. Sin embargo, la historia arranca mucho antes.
Los primeros dispositivos de almacenamiento informático fueron las tarjetas perforadas, empleadas en los gigantes ordenadores de la década de los cincuenta. Las perforaciones de las tarjetas sencillamente representaban los 0, mientras que los espacios no agujerados se leían como un 1. Podían almacenar hasta 960 bytes. Por aquellas fechas, IBM también presentó su disco duro IBM 350, que alojaba 50 discos de 24 pulgadas, capaz de almacenar 4,4 MB.
En la década de los sesenta se popularizaron las cintas magnéticas, cuya capacidad dependía de su longitud. Las cintas podían medir de 2.400 a 4.800 pies -de 730 a 1.460 metros- y su capacidad se movía de 5 a 10 MB. Otro soporte magnético era el disquete, ya fuera en su versión de 5,25 pulgadas (512 B) o 3,5 pulgadas (1,44 MB), que se extendió en las décadas de los setenta y ochenta, con la llegada de los ordenadores al entorno doméstico y la necesidad de un dispositivo de almacenamiento portátil. En esa época también se generalizó la integración del Hard Disk Drive (HDD), un disco duro en el interior de los ordenadores, abriendo una nueva era para la informática doméstica. La computadora se liberaba de las limitaciones de los soportes removibles, incrementándose paulatinamente la capacidad de almacenamiento en los siguientes años.
La década de los noventa trajo importante avances en el almacenamiento. Por un lado, apareció una evolución de los disquetes, los discos ZIP. Con capacidad de 100 a 750 MB, se convirtieron en una buena solución para la realización de backups.
Pero el gran salto vino gracias una innovación procedente de la industria musical: el disco compacto. El CD podía albergar 700 MB, 450 veces más capacidad que un disquete. Además, era un soporte pequeño y ligero, fácil de almacenar y transportar. Suponía un enorme paso. Su evolución natural fue el DVD, que elevaba la capacidad hasta los 4,7 GB, aunque podía llegar a alcanzar los 17,1 GB dependiendo del número de capas y caras. El siguiente escalón vino con el Blu-ray (25-50 GB), pero este soporte óptico no llegó a triunfar como sus ‘hermanos’.
El comienzo del nuevo milenio trajo otra nueva revolución: el desarrollo de las unidades flash. Estos dispositivos cobijan hasta 2 TB y tienen grandes ventajas, pues son baratas, pequeñas, ligeras y fáciles de usar. Y también llegaron los solid-state drive (SSD), que han permitido el desarrollo de discos duros portátiles con capacidad de 25 GB a 4 TB.
El sector se ha estabilizado mucho en los últimos años. Sin embargo, se aprecian algunos signos que presagian un cambio de ciclo, en el que el almacenamiento tradicional en disco duro rígido (HDD) está evolucionando hacia las memorias flash y los dispositivos SSD, así como al almacenamiento en la nube.
“El mercado se encuentra en un momento de transición, ya que se espera un crecimiento de dobles dígitos de aquí al año 2020, siendo el mercado flash el mayor impulsor de este crecimiento”, explica Pedro González, responsable de negocio de Kingston España. “No obstante, este hecho ya se observa en la tendencia actual, puesto que mientras que el segmento de discos duros tiende a caer, los sistemas de almacenamiento flash surgen con un gran crecimiento, por lo que se presenta como una de las claves en los procesos de transformación digital de las empresas”, añade.
No obstante, González opina que “el camino del sector del almacenamiento será una mezcla entre el desarrollo de tecnologías para almacenamiento físico unido al famoso cloud o almacenamiento en la nube, en busca de un sistema que permita almacenar cantidades de datos cada vez más altas”. De este modo, adelanta que su compañía está trabajando en nuevos sistemas que combinen ambos tipos de almacenamiento, “invirtiendo en nuevas tecnologías que permitan potenciar la tecnología de almacenamiento de datos ya aplicados tanto en empresas como en particulares e instaurar nuevos sistemas cada vez más potentes, que permitan almacenar y procesar datos sin perder de vista la seguridad”.
En cuanto al incremento de las capacidades disponibles, el responsable de Kingston cree que su limitación ha dejado de ser un inconveniente. “Llevamos tiempo pensando que no hay una cifra exacta de capacidad máxima de almacenamiento, sino que las necesidades y las nuevas tecnologías irán rompiendo las barreras con el paso del tiempo”, afirma. Y cita como ejemplo el desarrollo de dispositivos de almacenamiento USB de hasta 2 TB, “algo que hace no muchos años parecía totalmente impensable”, declara. “Poner límites a la capacidad de almacenamiento es subestimar las posibilidades de este sector”, apostilla.
El almacenamiento de alto rendimiento para servidores y centros de datos es uno de los segmentos más interesantes para los próximos años. Como explica González, “el crecimiento en el volumen de los datos ha tenido como consecuencia un cambio radical en cómo éstos son concebidos, ya que mientras que antes se consideraban una herramienta, el nuevo paradigma sitúa los datos como elemento central del negocio. Como consecuencia, la importancia de los mismos exige la creación de un universo de servicios capaces de trabajar conjuntamente para resolver problemas críticos de todo tipo, por lo que el cloud aparece como agente catalizador”.
De este modo, reconoce que “cada vez más organizaciones optan por implementar tecnologías cloud para cubrir sus necesidades en materia de datos”. Por ejemplo, explica que Kingston se está enfocando en los nuevos sistemas SDS (Sistema Definido por Software). “Es un nuevo procedimiento en el que la programación del almacenamiento se desacopla del almacenamiento físico. Esto no implica en ningún caso una desconexión entre los elementos, sino que existe una creciente tendencia hacia la convergencia de los recursos informáticos. Se busca un modelo de trabajo más cohesivo en comparación con sistemas anteriores. El SDS es un sistema colaborativo y cohesivo entre software y hardware en el que las unidades SSD juegan un papel fundamental, ya que son capaces de trabajar a una velocidad de hasta 100 veces superior a la de los discos duros tradicionales. Por otra parte, teniendo en cuenta que combina elementos de distinta naturaleza, este nuevo sistema ofrece capacidades de almacenamiento muy alto y una velocidad de transferencia que crecerá exponencialmente”.
Uno de los desafíos del sector es el desarrollo de memorias SSD capaces de gestionar la información casi instantáneamente. “El desarrollo de las memorias SSD ha supuesto un gran avance, ya que poseen un menor tiempo de acceso y latencia. O lo que es lo mismo, se mejora el rendimiento exponencial en los tiempos de carga de los sistemas operativos. Asimismo, debido a que las SSD son dispositivos de almacenamiento secundario hechos con componentes electrónicos en estado sólido en vez de los platos giratorios y cabezal de las unidades de disco duros convencionales, reducen drásticamente el tiempo de búsqueda. Teniendo en cuenta todo esto, no es descabellado pensar que en un futuro no muy lejano las SSD surjan como el recambio natural de las actuales memorias RAM. Pero es el tiempo y el desarrollo de la tecnología el que marcará el devenir de estos componentes”, afirma González.
En este sentido, Intel presentó recientemente Optane SSD, la primera memoria basada en su tecnología 3D Xpoint, que promete multiplicar por 1.000 la rapidez de una memoria flash y por 10 la capacidad de la DRAM. Así, es tan rápida que podría usarse como un gran módulo de RAM, utilizándose cuando ésta se llena, o incluso como memoria RAM primaria. Aunque la memoria de mayor capacidad ya presentada ofrece 375 GB, la compañía prevé lanzar versiones de 750 GB y 1,5 TB tras el verano.
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