Es la industria más poderosa del planeta en lo referente al Séptimo Arte. Con la B de Bombay deja bien atrás por número de producciones, espectadores y recaudación a Hollywood, pero precisamente esa ingente afluencia ha tenido una doble vertiente: la proliferación de una imparable piratería generalizada que no ha supuesto merma de ingresos para la industria porque esta ha sabido reaccionar sabiamente: permitiendo una mayor y más rápida difusión de los contenidos de las salas de exhibición.
Hace pocos años los grandes estrenos cinematográficos quedaban limitados a estrenarse únicamente en grandes ciudades y tampoco en un amplio número de cines, debido al alto coste de las copias, que terminaban “de gira” por el país mientras circulaban en paralelo las copias en DVD. La revolución ha llegado a los cines indios de la mano de las copias digitales, una quinta parte más baratas que las de celuloide, lo que por un lado ha permitido una mayor difusión de los estrenos, duplicando el número de espectadores.
Pero queda otro aspecto, el del usuario doméstico. Con equipos de home cinema en cada vez más hogares los espectadores son cada vez más exigentes con la calidad de lo que ven en casa. No tiene ningún sentido invertir en un televisor grande que te cagas (que decía el bueno de Renton en “Trainspotting”) y unos altavoces capaces de provocar un pequeño terremoto para entonces ver una peli grabada con una cámara y que suene como si estuvieses en el fondo de un pozo. Los DVD cada vez tienen precios más reducidos y los BluRay cada vez son más asequibles con lo que se está ampliando el número de hogares que prescinden de las copias piratas de baja calidad y cuyos habitantes prefieren esperar unos meses a disponer del formato adecuado.
Esto ha supuesto que las productoras hayan pasado a prestar más atención que a los piratas al desarrollo de un mercado de difusión autorizada de contenidos a precios más asequibles, con plazos más cercanos a la fecha de estreno y por más canales de distribución, por ejemplo prescindiendo del soporte físico y apostando por plataformas de distribución online legalmente autorizadas. Incrementando esto se convierte en algo marginal el mercado, que nunca cesará, de quien nunca estará dispuesto a pagar por algo y prefiere prescindir de la calidad audiovisual, en parte porque tampoco tendrá los medios apropiados para ello (careciendo de equipos de cine doméstico de mediana calidad).
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