Los cables submarinos forman parte del entramado del mundo interconectado actual. Sus orígenes se remontan al año 1858, cuando se llevó a cabo un proyecto para unir Irlanda y Terranova, que terminó con la transmisión de una carta de felicitación de la reina Victoria al presidente James Buchanan.
Aunque hubo que esperar hasta 1956 para la instalación del TAT-1 entre América y Europa. En la actualidad hay desplegados más de 400 cables submarinos. España disfruta del servicio de 28 estos cables. El operador de puntos de intercambio de internet DE-CIX, ofrece estos y otros datos en su recopilación sobre curiosidades sobre estas infraestructuras.
Cabe señalar que los cables submarinos tienen todo tipo de longitudes. Algunos son enormes, como el que conecta Japón y Reino Unido a lo largo de 28 000 kilómetros, y otros son más cortos, como el cable de 130 kilómetros entre Irlanda y Reino Unido.
“Aunque pensar en cables submarinos que transportan millones de datos y conectan continentes nos haga creer que es una infraestructura gigantesca, lo cierto es que nada más lejos de la realidad”, indica DE-CIX sobre su tamaño.
Estos cables están compuestos por conjuntos de fibras ópticas con el diámetro de un pelo. Al añadirles la protección de varias capas de materiales resistentes como polietileno, cobre y aluminio, crecen en grosor, aunque sin distar mucho del tamaño de una manguera o un brazo humano.
DE-CIX explica que estas construcciones “no son indestructibles”. Su tiempo medio de vida ronda los 25 años en condiciones óptimas. Al cumplir el cuarto de siglo su mantenimiento se complica, ya que “están sumergidos en las profundidades del océano y es imposible controlar la fuerza natural”.
Esto lleva a otra curiosidad: ¿cómo se reparan? “Hay que tener en cuenta que el fondo del mar no es un lugar completamente seguro y estos cables están expuestos a accidentes geográficos, ataques de animales, golpes de anclas de barcos, etc.”, señala DE-CIX.
Para actuar cuando es necesario existen barcos en puntos con una alta concentración de cables submarinos, lo que facilita su desplazamiento hasta el punto de reparación en caso de ser necesario. El cable se saca a la superficie y, por medio de un proceso robotizado, se solventa el problema para volverlo a sumergir.
Por último, destacan sus beneficios frente a los satélites. La fibra óptica es más veloz y genera una latencia menor en el envío de datos en comparación con las conexiones satelitales y, además, no están expuestas a las interferencias de las tormentas solares y resultan menos vulnerables a la piratería informática.
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