Pongámonos en situación. Por fin ha llegado agosto y, con él, las deseadas vacaciones de verano. Puedes levantarte a la hora que te apetezca. Puedes trasnochar sin que a la mañana siguiente te pesen las hora de sueño perdidas. Puedes echarte a la carretera y dejar que las sensaciones decidan tu destino. Puedes pasear hasta la playa con sólo una toalla por equipaje. Puedes olvidarte del trajín de la oficina… sólo que a la hora de la verdad no puedes. El ordenador de casa o el teléfono que cargas a todos lados en el bolsillo te recuerdan permanentemente que al otro lado están tus compañeros, el jefe, los trabajos pendientes, la responsabilidad, la rutina, tu forma de vivir, tu fuente de ingresos y los hábitos a los que tendrás que volver en cuestión de días. Quizás acabes recibiendo el correo de un cliente con carácter urgente. O varias decenas de mensajes escritos por socios sobre temas algo más triviales. Sea como fuere, todos ellos te despistan y te mantienen alerta. A veces, desconectar en serio de la tecnología, especialmente de esas conexiones traicioneras a Internet que te ponen al día con lo que ocurre en la oficina y no te permiten disfrutar al 100 % del ambiente vacacional que te rodea, no es tan sencillo como querer hacerlo.
Pero hay trucos para librarse de la tiranía de la conectividad permanente. La propia tecnología puede ayudarte a imponer barreras a ciertos usos tecnológicos, con sus propias herramientas o funcionalidades de desconexión. En Silicon.es os dejamos unos cuantos consejos para aprovechar todo lo que la época estival tiene para ofrecer, más allá de la pantalla de tu móvil:
1. Bloquea Internet. O algunas partes de Internet. Si no tienes conexión, muchos de tus problemas para desconectar del trabajo y dejar de revisar tus gadgets cada dos por tres se acabarán de inmediato. Si estás fuera y tu tarifa de datos no funciona o no existe ninguna red inalámbrica a la que puedas engancharte, ¿cómo te ibas a despistar? ¡Imposible! Pero cortar por lo sano debería ser la última opción. Estar sin Internet no sólo evitará que consultes ciertas conversaciones, tampoco te permitirá buscar la reputación de un restaurante al que estás a punto de entrar, acceder a tus billetes digitalizados, localizarte en el mapa o averiguar cómo se llamaba el protagonista de la película que estás destripando con tus amigos. Tener conexión a tu alcance siempre puede servir para algo. Así que no vamos a recomendarte que te comportes como si te acabases de enrolar en un campamento de verano antitecnología, listo para depurarte digitalmente. Pero sí que te coloques un par de pasos por delante de tu futuro tú y cambies la configuración de tu navegador, cambies las DNS o instales software capaz de bloquear páginas web para evitar tentaciones. Elige los sitios que más rabia te dé visitar, pero en los que siempre terminas.
Obviamente, contra esta barrera para consultas muy concretas existe fácil solución, que es revertir el proceso de bloqueo. Pero te costará más deshacer todos tus pasos que seguir navegando con restricciones. Quién sabe, quizá ahí gane el sentimiento de culpa y traición (o la pereza pura y dura). También puedes establecer un bloqueo pasajero para un periodo de tiempo concreto, pedir a alguien que te expulse de ciertas páginas y se guarde la contraseña o incluso, si estás en casa, apagar el router durante horas.
2. Programa tus respuestas. Si tu bestia negra no es ninguna página web en concreto. Si ni siquiera tienes un enganche brutal a las redes sociales, pero sí a los programas de email, no te preocupes. Para eso también hay respuesta tecnológica. Las propias plataformas de correo electrónico están preparadas para dejar que te vayas de vacaciones y encargarse de la gestión de comunicaciones entrantes en tu ausencia. Lo único que tienes que hacer cuando estés a punto de abandonar la oficina y cerrar la maleta es redactar un aviso que comunique a los demás que estás de vacaciones. Un mensaje que se enviará de forma automática cada vez que alguien intente contactarte, durante el periodo exacto que lo dejes programado. Es decir, una respuesta por defecto. En ella deberás explicar las causas de tu ausencia, durante qué días exactos no estarás disponible y a quién se debe dirigir el remitente para resolver sus peticiones. Es importante que uses un tono formal y te disculpes en cierto modo por los inconvenientes de estar fuera. Piensa si quieres que todo el mundo, independientemente de su cargo y pretensiones, reciba las mismas líneas. O si deberías personalizarlas. Valora si los miembros de tu empresa tienen que recibir un correo algo distinto al que llegará a la bandeja de tus clientes, o ninguno directamente. Y dale una vuelta a la posibilidad de dejar un número de contacto para temas realmente impostergables. Pero recuerda: el mundo seguirá girando aunque te tomes unas vacaciones. ¡Disfrútalas!
3. Desactiva las notificaciones. Si te emociona la idea de dejar un mensaje de aviso programado que responda de forma automática a los correos electrónicos de los demás cuando no estés, también te interesará deshacerte de las notificaciones para evitar enterarte al minuto, y al segundo, de los correos que te llegan (y que ya están siendo respondidos por el sistema). De esas notificaciones, y de muchas otras. Así no perderás el tiempo, ni la paciencia. En relación con la tecnología, pocas cosas hay tan estresantes como coger el teléfono y ver que hay decenas y decenas de cosas aún por leer en el centro de notificaciones. Que si una actualización de un programa pendiente. Que si una mención en Twitter. Que si un par de amigos han compartido un enlace y cambiado su estado en Facebook. Que si el grupo de WhatsApp que compartes con varios miembros de tu familia va cincuenta mensajes por delante de ti. Que si tienes siete emails pendientes. Puede que lo único cierto sea que no nada grave ha pasado y no haga falta que te apresures a la apertura, pero las notificaciones ahí están, esperando a ser leídas y metiéndose en tu mente. ¿Quieres un consejo? Deshabilítalas. Repite jugada en los programas de colaboración por equipos y para las extensiones de navegador. Y si las eliminas de la pantalla de bloqueo, mejor que mejor, así nadie podrá fisgar en tus asuntos.
En todo caso, si estar medio conectado te deja más tranquilo, podrías quedarte en un término medio y optar por usar filtros. Hablamos de filtros en el correo. Permite que te entren mensajes de remitentes importantes o que contienen palabras clave como la caída de un servidor, para seguir al tanto desde la distancia. Y, al mismo tiempo, desactiva todas las notificaciones excepto las del email. Así los asuntos más básicos, aquellas tareas en las que resultes imprescindible, serán capaces de saltarse las restricciones generales.
4. Intercambia unas apps por otras. ¿Qué es un smartphone sino una gran colección de aplicaciones, de todos los tipos (y colores)? En los teléfonos hay software de productividad mezclado con juegos. Plataformas sociales junto a herramientas como la calculadora, el calendario y la linterna. Tecnología de cámara que linda con servicios de vídeo, editores de imágenes y demás parafernalia. Con una simple recolocación, pantalla a pantalla, de las aplicaciones que tienes instaladas podrías ahorrarte sobresaltos. Retira de la pantalla principal, o de las que más tiendes a visitar, todos aquellos programas que se encuentren vinculado a tu trabajo y sustitúyelos por otros más enfocados al entretenimiento o quizás a la información. Hazlo manualmente, con cabeza, o con la ayuda de la tecnología, enseñándole qué es lo que necesitas en este momento vacacional. Una opción es probar propuestas como Launcher o Lightning Launcher, compatibles con iOS y con Android, con teléfonos móviles y con tabletas, que permiten personalizar pantallas de inicio, iconos y prácticamente todo sin demasiado esfuerzo. Entre las funcionalidades ofrecidas se encuentran la de crear varios escritorios y la de mostrar o esconder widgets según la ubicación o la hora. Así que destierra las aplicaciones de trabajo y pon en su lugar artilugios como el meteorológico, que irá pronosticando el tiempo que va a hacer durante la semana dependiendo del lugar exacto en el que te encuentres.
5. ¡Camina! ¿Y si te compras un dispositivo wearable? Aparatos como las pulseras de actividad estilo Fitbit, que sólo hay que desembalar, configurar, colocar a la muñeca y olvidarse de que se llevan puestos (hasta que haga falta cargar su batería) son buenos compañeros de aventuras. Están preparados para medir tu condición física. Para estudiar la calidad de tu sueño. Y para determinar si llevas demasiado tiempo parado y tu cuerpo necesita mayores niveles de actividad, entre otras cosas. Velan por tu salud… y no sólo por la física, puede que también por la mental. Portar uno de estos dispositivos te servirá de excusa perfecta para alejarte de PCs y demás equipos informáticos durante un buen rato. Si vibra, hazle caso: echa a andar o ponte a correr. Lo que sea que te lleve a alejarte del sofá y de las pantallas de alta definición. Sal a la calle y respira el aroma del aire libre. Tus pulmones y tu cabeza te lo agradecerán. Definitivamente, deja a un lado los tremendismos y las expresiones de disgusto por tener que transitar por mundos más analógicos durante un rato, o un verano. Proponte desconectar de la tecnología dentro de lo posible, y sobre todo de las tareas laborales, con todas tus fuerzas.
Y sé realista: se trata de despejar la cabeza unos cuantos días, puede que semanas, pero no vas a estar incomunicado toda la vida. Ni un año completo. Tampoco estamos pidiendo que tires el smartphone por la ventana ni que guardes el portátil bajo llave mientras descansas del trabajo. Sólo que intentes reducir las horas de uso. Todavía te estará permitido sacar una foto a ese delicioso helado que te estás tomando y subirla a tu cuenta de Instagram. Utiliza la tecnología con cabeza, sin agobios y… ¡vive el verano!
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