El verano llega a su punto álgido con la segunda quincena de agosto, anticipando todavía unas cuantas semanas de altas temperaturas. Recientemente os hemos dado unas cuantas pistas para enfrentaros al trabajo de oficina en pleno verano con la mejor de las sonrisas. O al menos con el menor de los calores. Hemos trazado una guía de buenas prácticas para mantener la productividad mientras parte de la plantilla está de vacaciones. Nos hemos propuesto respetar los niveles adecuados de eficiencia energética a pesar de los inconvenientes del tiempo. Te hemos recomendado cambiar de vestimenta y ser incluso un poco friki para conseguir refrescar tu oficina este verano. Y también os hemos explicado cómo contratar talento en esta época del año.
Pero todavía nos queda alguna que otra lección por aprender. Por ejemplo, ¿cómo garantizar que tu ordenador, o cualquier otro aparato informático, resista sin problemas la subida del termómetro? En Silicon News os dejamos cinco consejos:
1. Ante el sol, sombra. Si no quieres que tu ordenador acabe friéndose internamente, lo mínimo que puedes hacer es dedicarle un poco de atención al entorno en el que vas a ponerlo en marcha. Obviamente, si vas a quedarte en la oficina, el dispositivo no va a estar expuesto a los males típicos de la playa, como son el agua, la arena, el polvo, las cremas de protección solar, los restos de comida e incluso los balonazos. Así como su enemigo número uno, el sol. De todos modos, procura acondicionar un lugar fresquito entre las cuatro paredes donde pasas tus jornadas laborales. Mantén la persiana bajada o las cortinas corridas. Abre una ventana cercana, ventila y crea corrientes de vez en cuando. ¿Que tienes aire acondicionado? Entonces, siéntate lo más cerca posible del chorro. Y, muy importante, organiza tu mesa de trabajo. No es recomendables sobrecargar el espacio que rodea al PC, porque acabarás generando más agobio y sensación de calor. Déjale que respire y, por supuesto, vete a lo sólido. Nunca lo apoyes sobre telas, como las de sofás o alfombras.
2. Así limpiaba, así, así. Acondiciona tu escritorio. Despeja su superficie y ponte manos a la obra también con el propio PC. Puede que la arena no sea una amenaza real en el interior de un edificio, pero sus hermanas pequeñas las motas de polvo estarán preparadas para jugarte una mala pasada si no tomas precauciones. Y todos sabemos qué rápido se genera el polvo en prácticamente cualquier lugar. Utiliza productos especiales de limpieza para mantener como el primer día la pantalla y el teclado, que podrás encontrar o en cualquier tienda de electrónica, o en su defecto, pásales un paño humedecido cuando el dispositivo esté apagado y desconectado. ¿Y qué pasa con el interior? No lo vemos, pero lo notamos. El polvo, los pelos y las migajas más pequeñas tienden a colarse por los orificios de los ordenadores, atascando el paso del aire y entorpeciendo el correcto funcionamiento de los distintos componentes. Por eso no está de más realizar limpiezas a fondo de los cacharritos informáticos, separando su carcasa y retirando toda la porquería que se ha colado (¡también con todo el invento apagado!). Eso sí, el mantenimiento hay que hacerlo con el máximo cuidado posible para no causar daños mayores. Puedes ayudarte de herramientas como aparatos de aire comprimido, secadores, brochas o cepillos.
3. Con un poco de ayuda de tus amigos los ventiladores. Una vez que ya tengas garantías de que el ordenador está limpio, incluida la zona de ventilación, los apagones repentinos, el ruido excesivo y las temperaturas exageradas deberían ser agua pasada. Tu ordenador dejará de quemar cada vez que pases la mano sobre él. Aún así, no te des por satisfecho. La subida de la temperatura externa es algo que, para tu descontento y el de los que te rodean, no serás capaz de controlar tan fácilmente, o en absoluto, por lo que deberás estar preparado para días de auténtica asfixia. Si usas un portátil, cómprate una base refrigeradora externa y enchúfala a tu equipo a través de cualquiera de sus puertos USB. Al igual que tu PC, este accesorio atrapará el polvo sin quererlo, de modo que estaría bien que lo incluyeses en tus sesiones de puesta a punto. Otra opción es sustituir ventiladores antiguos o añadir algunos extra si hay espacio para ello. Revisa que los que ya existen siguen moviéndose a la velocidad que deberían.
4. Menos es más. El uso que le des a tu ordenador, más allá del cuidado externo, también es un factor a tener en cuenta. Y mucho. No puedes pretender que las tareas intensivas no hagan sufrir al dispositivo que tienes entre manos. Como tampoco puedes ir contra la lógica que dice que, cuantos más programas tengas abiertos a la vez, más esfuerzo tendrá que hacer tu computadora para hacerlos funcionar. Más posibilidades de cuelgues habrá. Y más se calentarán sus “tripas”. Hazle un favor al pobre dispositivo y cierra siempre las aplicaciones que no estés usando en ese momento o que no prevés volver a necesitar en un rato largo. Del mismo modo, cuando navegues por Internet, no te empeñes en abrir pestaña tras pestaña… tras pestaña, a toda velocidad. Organízate y vete quemando tareas progresivamente. Deshazte de todo el software prescindible y antiguo que campa a sus anchas por tu PC, llevando a cabo una revisión de contenidos severa. Y, cuando termines de trabajar, apaga siempre el sistema.
5. Guárdate un as debajo de la manga. A veces se producen imprevistos. Por mucho que nos apeguemos a ellos, los aparatos eléctricos no son eternos. Tienen una vida limitada a un número máximo de ciclos de uso. Así que, además de seguir unas recomendaciones básicas para evitar que a lo largo de esta vida útil se encallen en problema tras problema, deberías contar con algún plan B. Ten en cuenta que un ordenador, al fin y al cabo, no es más que una herramienta de trabajo y que lo que realmente importa es el contenido que generas gracias a él. Eso es lo que hay que proteger por encima de todo. Si tu PC dejase de funcionar de repente, ¿podrías acceder a tus archivos? Si la respuesta es no, entonces tienes un gran problema. Acuérdate de hacer backups con regularidad para mantener tus documentos siempre a salvo. Otro recurso que te sacará de líos son los servicios de cloud computing, donde puedes almacenar material de todo tipo y que permanecen accesibles en cualquier momento y desde cualquier lugar.
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