Uno de los temas recurrentes de cada comienzo de enero es la declaración de resoluciones de Año Nuevo que mucha gente se hace, y cuyo espíritu debe mantenerse vivo durante los once meses siguientes. Resulta típico terminar la Navidad marcándose una serie de propósitos que permitan mejorar como persona o crecer como profesional. Y es que no hay nada mejor que un año en blanco por delante para creer que, esta vez sí, todo puede ser diferente. Para pintar un futuro esperanzador, lleno de éxitos y gratificaciones. El problema viene después. Con el paso el tiempo muchos de esos objetivos quedan convertidos en un listado de buenas intenciones, y en nada más. Nunca se vuelven realidad.
Si quieres que tu empresa avance en 2016 pero te falta la constancia necesaria para ello, echa un vistazo a estos consejos:
1. Hazlos públicos. ¿Comenzar a vender servicios? ¿Renovar tu línea de productos? ¿Subirte a la nube? ¿Traspasar fronteras e instalarte en otros mercados? Sean cuales sean tus propósitos empresariales de Año Nuevo para este 2016 que acaba de comenzar, comprométete en firme con ellos. No explores cambios en tu negocio sólo por mera imitación, porque los demás también estén intentando cosas nuevas, sino porque realmente estás convencido de que sacrificar la comodidad actual te hará triunfar y avanzar frente a la competencia. Porque ponerse retos es la única forma crecer. Una manera de obligarte a convertir tus objetivos en realidad es revelándolos de antemano. Comparte tus ideas con socios y empleados. O escribe un post en tu blog a modo de compromiso con los clientes. Dejarlo por escrito y disponible para el público servirá de recordatorio para no salirte del camino que quieres emprender.
2. Ve por partes. Soñar a lo grande es un síntoma de valentía. Pero si a lo que aspiras es a ser eficaz, no puedes apostarlo todo a un macroproyecto de futuro. O mejor dicho, no puedes intentar innovaciones gigantescas de la noche a la mañana, de golpe y porrazo, respaldándote en que justo ha cambiado el año y es el momento de asumir cambios. La mejor solución para no quedarse a media transformación consiste en apostar por pequeñas mejoras, dividiendo el trabajo en tareas asumibles. Muchos retos pequeños juntos, una vez completados, supondrán un gran logro individual. Así que sé realista, traza un plan de acción con el que dar vida a tus propósitos y, sobre todo, desglosa diferentes metas en varias partes para que cumplir con lo ansías resulte más fácil de lo que parece.
3. Pero huye del cortoplacismo. El truco de dividir objetivos fase por fase ayuda a concentrarse en lo que se está haciendo en cada instante, aumentando las posibilidades de éxito. Sin embargo, esa organización no debe llevarte a un ritmo frenético de trabajo en el que sólo vale obtener resultados cuanto antes. Tan importante como aprender a planificar es dejar de regirse por plazos cerrados de tiempo. Ir por partes y huir de fechas límite agobiantes, que pueden acabar minando tu motivación, no son técnicas excluyentes. Una cosa es que te propongas retos asumibles y otra bien distinta que busques frutos inmediatos a tus esfuerzos, o que te presiones por ello. No mezcles la exigencia, ni la voluntad de superación, con la inflexibilidad. ¿Que no consigues terminar un proyecto el día que habías previsto? No pasa nada, sigue adelante y desmitifica el fracaso. Una mala estimación temporal no debería desanimarte para siempre.
4. Documenta tus progresos. Al trabajar con un objetivo en mente, cualquiera que sea, la concentración puede dispersarse y las fuerzas tambalearse si el proceso es largo. Ocurre en la oficina, le pasa a quien estudia, sucede al entrenar físicamente… los escenarios cambian, pero la sensación suele ser la misma. Mantenerse constante en el empeño es lo más complicado cuando existen unas aspiraciones de futuro. Para ello, una buena idea consiste en ir registrando los logros que se consiguen, a medida que se consiguen. Haz un seguimiento periódico de aquellas tareas que has ido poniendo en marcha para mejorar tu negocio, como si fuese un diario personal. Anota hitos, compara estimaciones y resultados, vuelve sobre tus apuntes con cierta asiduidad, registra los errores para no repetirlos y celebra la evolución. Esto te servirá para no perder la perspectiva, teniendo la oportunidad de visualizar en tus momentos más flojos todo lo que ya has avanzado.
5. Diviértete. Es posible establecer propósitos que parecen imposibles y que son totalmente loables y, por ardua que se antoje su consecución, acabar materializándolos. Pero, ¿por qué luchar sólo por intereses rocosos? ¿Qué te impide apostar por ambiciones más inspiradoras? Esforzarse por algo complejo deja cierto poso de satisfacción dulce si al final todo sale bien. Sin embargo, un modo extra de motivarte sería buscar alicientes. Mezcla finalidades que te resulten más y menos atractivas, sobre todo en caso de carecer de espíritu de sacrificio, si padeces de estrés o si enfrentarte a obstáculos te asusta. Busca incentivos y disfruta mientras perseveras. O, directamente, establece referentes: si otros lo han hecho, tú también serás capaz. Mantente positivo, repitiéndote una y otra vez que lo conseguirás, porque el componente psicológico es clave. Y no sacrifiques tu tiempo de ocio ni prescindas de las vacaciones, ya que te permitirán cargar las pilas.
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