Hace 40 años, en abril de 1973, cuando Sergey Brin todavía no había nacido y Larry Page tan sólo tenía unos días de vida, el estado de la tecnología difería mucho del actual. Por supuesto, no existían los buscadores de Internet, ni los smartphones o las tabletas con su crisol de sistemas operativos y una omnipresente movilidad que hoy parecen inundarlo todo, pero un grupo de pioneros con grandes dosis de ingenio daba a luz por aquel entonces a uno de los primeros ordenadores personales de la historia, más allá de IBM 610, MIT LINC, CTC Datapoint 2200 o Kenbak-1. Sus autores fueron los chicos de Xerox PARC, la división de investigación de Xerox Corporation y cuna de numerosas innovaciones tecnológicas en pleno Palo Alto que había sido creada tres años antes. Y el producto en cuestión fue bautizado, cómo no, con el nombre de Xerox Alto.
La clave de este invento, ahora convertido en pieza de museo, radica en que volvía la comunicación entre ser humano y máquina una tarea mucho más intuitiva y sencilla que en etapas anteriores y, en definitiva, en que permitía a la persona que se sentaba delante disfrutar de las actividades informáticas a realizar en vez de centrarse en el aprendizaje previo de farragosos detalles técnicos. Y es que, hasta que Butler Lampson lo concibió y Chuck Thacker, entre otros, le dio forma, este tipo de equipos estaban relegados prácticamente al campo científico, académico y militar o a grandes corporaciones y usuarios con amplios conocimientos en computación, para acometer tareas de cálculo y almacenamiento.
A partir de la introducción de Xerox Alto se abrió la veda. Ninguno de los intentos anteriores por parte de distintos miembros de la industria guarda, con el paso del tiempo, tanto parecido ni ha supuesto el mismo impacto en el desarrollo de los ordenadores personales como él. ¿Qué era lo que ofrecía? Principalmente, una interfaz gráfica con sus correspondientes menús, ventanas e iconos que materializaba la metáfora de escritorio y una pantalla de mapas de bits que proporcionaban un entorno visual sencillo para que el usuario pudiese relacionarse con el sistema, algo que por sí solo ya suponía un gran avance. De hecho, durante su presentación, el prototipo de Alto no mostró una aburrida combinación de números, sino que se estrenó mostrando una imagen de Triki, el zampón Monstruo de las Galletas del programa Barrio Sésamo, acompañado de la letra “c”.
Otra ventaja era que con su volumen de pequeño frigorífico reducía, en buena parte, el tamaño de proyectos anteriores pero ofrecía algo más de memoria (128 kB expansibles hasta 512 kB), con lo cual podía ejecutar varias aplicaciones al mismo tiempo. Incluía software propio como procesadores de texto WYSIWYG, editores gráficos e incluso un juego multipersona, el Alto Trek. La parte del hardware, mientras tanto, estaba alimentada por un procesador de alta velocidad “bit-slice” que bebía del chip 74181 de Texas Instruments y contaba con un disco duro extraíble de 2,5 MB alojado en un plato de la empresa Diablo Systems. También lucía un teclado personalizado desmontable y otro de funciones que tenía cinco teclas y era optativo. Y, por supuesto, se trataba de un PC con conexión a la red a través de Ethernet, otra de las brillantes creaciones de Xerox PARC, que consentía el intercambio de correos y que admitía el uso de ratón.
La aciaga visita de Steve Jobs
Dicho ratón contaba con tres botones y posibilitaba prescindir de la introducción de líneas de comandos escritos y, al igual que el segundo de los teclados, estaba inspirado en un concepto del científico Douglas Engelbart, del Instituto de Investigaciones de Stanford, ubicado muy cerca de su sede central. La ironía se produjo cuando un Steve Jobs en pleno ascenso de Apple visitó las instalaciones de Xerox PARC junto a algunos de sus empleados para acabar “robando” la idea subyacente en Alto. La firma de la manzana mordida potenció el lanzamiento de su ordenador Lisa con la introducción de su propio ratón y una interfaz de usuario gráfica que enfatizaba la manipulación directa de los objetos representados y que conjugaba con la barra de menú, los menús desplegables y la papelera de reciclaje, en enero de 1983 por unos nada desdeñables 9.995 dólares.
Precisamente, la razón principal que explica la falta de éxito del Alto a pesar de todo lo que ha supuesto para la evolución posterior del mercado informático fue su elevado precio, aproximadamente 40.000 dólares. Una cifra que relegó su uso a sitios puntuales como la Casa Blanca, la Cámara de Representantes estadounidense, la petrolera ARCO o las propias oficinas de Xerox. Ésta acabó donando 50 unidades a entidades universitarias, desde Stanford, Rochester y Carnegie Mellon al mismísimo MIT, y durante años rechazó la idea de crear una versión más comercial de su tecnología, esto es, hasta que introdujo su Xerox Star que no fue capaz de competir con el IBM PC. Aún así, con sus genialidades y sus lagunas, la tecnología de Xerox seguirá siendo recordada por sentar los cimientos tanto de la función como de la apariencia de los dispositivos que hoy en día se encuentran en escuelas, hogares y empresas de todo el mundo.
Fotografía destacada con licencia CC de Wikimedia Commons, tomada por Martin Pittenauer.
Los mensajes RCS ofrecen muchas más posibilidades que los SMS, pero también abren la puerta…
Acompañará a las empresas en sus procesos de equipamiento, desde la elección del hardware hasta…
Juntos, trabajarán en la formación y la actualización de habilidades para que los consejeros impulsen…
Este dispositivo incluye entre sus especificaciones procesador Intel Core Ultra (Serie 2) y botón Copilot.
Ya cuenta en su poder con más del 90 % de las acciones del proveedor…
Los actuales consejeros delegados, Raphael Erb y Melissa Mulholland, se convertirán en co-CEOs de la…