En la primera parte de este reportaje os hablamos de Steve Jobs, Bill Gates, Douglas Engelbart, Tim Berners-Lee, Gordon Moore, Linus Torvalds, Elon Musk y sus contribuciones a la evolución de la tecnología y de nuestra propia vida como miembros de la sociedad TI. Ahora hacemos lo mismo con otros ocho colegas que cuentan con su propia carga de innovación y leyenda.
Algunos de ellos resplandecieron (y resplandecen) con luz propia porque supieron detectar una necesidad desatendida, o una oportunidad de negocio, donde otros sólo veían problemas e imposibilidad de avanzar… o incluso nada donde rascar. Otros son conocidos por saber aprovechar el terreno allanado por quienes vinieron primero pero no supieron (o no quisieron) sacarle rendimiento, y a partir de ahí han llegado a romper todo tipo de barreras y a cruzar límites insospechados. Pero todos ellos, independientemente de su área de trabajo y la época en la que les ha tocado desempeñar sus carreras, suelen caracterizarse por su espíritu aventurero, su particular forma de entender la vida y de llevarla a cabo, o incluso por su facilidad para copar titulares, su relación con los usuarios y su habilidad para levantar pasiones (ya sean buenas, o menos sanas).
Éstos son los ocho hombres que cierran la lista que hemos elaborado en Silicon Week:
Alan Turing: La historia de Alan Turing es la de una brillantez truncada, o lo de todo aquello que pudo haber sido y no hubo tiempo para que se cumpliese. La homofobia del Reino Unido de mediados del siglo XX acabó con su proyección como científico, criptógrafo, matemático, filósofo y lógico al someterlo a un juicio a causa de su orientación sexual. Esto fue en 1952, cuando fue forzado a elegir entre una pena de cárcel y la castración química, y en 1954 moriría por los efectos del cianuro, se sospecha que por suicidio. Un poco más adelante, en 1966, la Asociación para la Maquinaria Computacional (ACM) se propuso restablecer el honor de este pionero creando el Premio Turing, que reconoce las contribuciones de los colegas de Turing y sucesores que más van destacando en el terreno de las Ciencias de la Computación con sus propias contribuciones. ¿Y cuáles fueron las de Alan? Principalmente, formalizar el concepto de algoritmo con la máquina automática que lleva su nombre y descifrar el código de Enigma que usó el Ejército alemán durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, se implicó en más áreas del saber como la programación de lenguajes, en la morfogénesis, en la Inteligencia Artificial y en la descomposición LU.
Vinton Cerf y Robert Kahn: Entre los galardonados con el Premio Turing, además de con otros reconocimientos como la Medalla Nacional de Tecnología de los Estados Unidos o el Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, se encuentran Cerf y Kahn. Lo que han hecho para merecer todos esos honores es conocido por todos, o debería serlo, ya que gracias a ambos científicos hoy existe Internet (y publicaciones como la nuestra). Este conjunto de redes que nos permiten conectarnos con el mundo y ha dado pie a la aparición de cantidad de servicios, desde los buscadores hasta el correo electrónico o las plataformas de VoIP, cambiando para siempre la forma de relacionarnos. Todo comenzó en 1972, cuando presentaron la suite de protocolos TCP/IP para transmitir datos entre computadoras o que éstas se comuniquen entre sí. Para ser estrictos con la realidad, Kahn fue el primero que se embarcó en esta empresa con el objetivo de suplantar el protocolo NCP que se empleaba en la red del Departamento de Defensa estadounidense ARPANET. Luego acabó alumbrando al Corporación para Iniciativas de Investigación Nacionales. Mientras, Cerf amplió su papel en la creación de Internet al sacar adelante el servicio de email comercial MCI Mail, estrenar la butaca de presidente de la Internet Society (creada junto con Kahn) y dirigir la ICANN, que se encarga de asignar los nombres y números de dominio.
Larry Page y Sergey Brin: Otra pareja bien avenida y para la que sobran todo tipo de explicaciones es la conformada por Larry Page y Sergey Brin, creadores y todavía dirigentes de una de las mayores compañías de Internet. Se conocieron cuando cursaban el doctorado en Ciencias de la Computación por la Universidad de Stanford, momento en el que se les ocurrió emprender un proyecto para mejorar la cada vez más recurrente tarea de localizar información a partir de una ingente cantidad de datos. El resultado fue Google, que no era el primer producto que sondeaba los misterios de la Red sino que llegaba a rebufo de otras herramientas como AltaVista, Yahoo! y Lycos, pero sí que ha sido el que mayor popularidad ha alcanzado. Hasta tal punto que mucha gente asocia la palabra buscador directamente con Google, a modo de sinónimo. Y eso que bajo ese nombre ya no sólo se engloba un motor de búsqueda. De él depende el servicio de correo electrónico Gmail, el navegador web Chrome, los portátiles Chromebook, los sistemas operativos Chrome OS y Android, los dispositivos móviles Nexus, el gadget de wearable computing Google Glass, la red social Google+, el entramado cartográfico de Google Maps, la plataforma de almacenamiento cloud con toques de ofimática Google Drive… y así hasta un largo etcétera. Aparte de tener ramificaciones en las industrias de la publicidad, el software y el hardware, Google cuenta con su propia fábrica de los sueños en la que experimenta con mejoras de conexión y robótica, entre otras iniciativas.
Mark Zuckerberg: Facebook tampoco es la primera red social de la historia, pero sí que se puede definir como la red social por excelencia. Antes de ella se pusieron a disposición de los internautas alternativas que coqueteaban con la idea de Social Media, desde GeoCities, SixDegrees.com y Friends Reunited hasta MySpace, LinkedIn y Hi5. La auténtica revolución, sin embargo, se desató con la propuesta de un jovencísimo Mark Zuckerberg que sin llegar a terminar sus estudios de informática se ha erigido como uno de los jóvenes talentos de menos de 30 años que atesora una mayor fortuna, alrededor de 13.300 millones de dólares. Al principio Facebook sólo era una especie de versión digital del álbum fotográfico de los estudiantes de Harvard, punto de evolución hacia una gran comunidad online donde sus miembros pueden, por supuesto, subir imágenes, compartir su día a día, jugar a juegos, unirse a causas, mantenerse conectados con los suyos e incluso conocer a gente nueva. Sus cifras son apabullantes: tiene 1.150 millones de usuarios, 819 de los cuales acceden directamente desde dispositivos como smartphones o tablets PC. Junto a la meta de crecer aún más en el plano móvil, Zuckerberg se ha embarcado ahora en otra misión harto más complicada, la de intentar llevar Internet a los 5.000 millones de personas que todavía no están conectadas.
Marc Andreessen: Fue Berners-Lee quien creó los localizadores URL, el protocolo HTTP y los estándares del lenguaje HTML, pero esto probablemente no habría explosionado sin la existencia de los navegadores web, que acercaron la WWW a las pantallas de todo el mundo. ¿Y cuál fue el primer navegador que dio el salto global? Mosaic, creado por Marc Andreessen mientras estudiaba en la Universidad de Illinois. A partir de ese desarrollo llegó Netscape Navigator, un navegador de éxito que dominó a lo largo de la década de los 90 hasta que Microsoft lo asfixió con su propio browser, Internet Explorer, hasta el día de su desaparición. Para entonces, un ambicioso Andreessen ya se había convertido en icono de la generación de la burbuja de Internet y multimillonario tras una de las primeras IPOs tecnológicas. Luego se aupó como uno de los inversores más con mejor ojo de Silicon Valley, dado que su experiencia le llevó a invertir en startups como Twitter, Facebook, Foursquare, Pinterest, Groupon, Digg, Zynga o Skype antes de que se hiciesen mundialmente famosas a través de una firma de capital riesgo compartida con su compañero Ben Horowitz, con quien ya había trabajo en Loudcloud. Su influencia en el ecosistema tecnológico y capacidad de liderazgo lo han convertido en consejero de lujo para algunas de las grandes compañías de la actualidad a la hora de analizar la industria que él mismo ayudó a crear desde sus inicios.
Julian Assange: El suyo no es un perfil al uso, en tanto que no es ingeniero, ni desarrollador, ni inventor de una tecnología pionera. Ni siquiera es el máximo dirigente de una compañía tech de renombre. Assange es sencillamente un ex-alumno de una titulación de ciencias que lo apostó todo como redactor jefe de WikiLeaks, un sitio web que saltó a la fama a finales de 2010 por publicar multitud de documentos diplomáticos pertenecientes al Departamento de Estado estadounidense que versan sobre diferentes actividades y países. Antes de eso ya se había hecho eco de delitos como asesinatos cometidos en Kenia, garantizando el anonimato de sus fuentes. Y es que su objetivo es utilizar Internet para “llevar al público información importante” que de otra manera sería imposible. Durante el tiempo que lleva activa ha tenido que enfrentarse a la caída de las donaciones que la mantienen en pie a causa de lo que Assange dio en llamar un “bloqueo financiero arbitrario e ilegal” por parte de “compañías financieras politizadas”, a la suspensión temporal de sus operaciones, al encarcelamiento y posterior juicio del soldado Bradley Manning y también al refugio de su fundador en la embajada londinense de Ecuador, país que le ha concedido asilo político. Y es que este activista australiano que ha llevado al extremo la forma de transmitir información apoyándose en las nuevas tecnologías alega temer una extradición a Estados Unidos donde podría enfrentarse a cargos de alta traición.
Por supuesto, estos quince hombres no son los únicos que han marcado la diferencia en la esfera tecnológica con sus ideas, otros como Charles Babbage, que diseñó sobre el papel las primeras máquinas de computación automáticas, el líder del movimiento del software libre Richard Stallman o la mente detrás del gigante cloud Amazon, Jeff Bezos, que algunos ya posicionan como el nuevo Steve Jobs, por poner sólo tres ejemplos procedentes de diferentes ámbitos de acción, podrían añadirse tranquilamente a estos quince nombres. Y, cómo no, también hay mujeres que han dejado escrito su nombre con letras de oro en esto de la tecnología, pero las suyas son historias que nos reservamos para otra ocasión.
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