Uber llegó y sacudió el mercado. Los usuarios se volcaron sobre el servicio de ridesharing. Los taxistas se movilizaron para acabar con ellos. Las autoridades fueron sorprendidas e intentaron lavarse las manos y no entrar en la disputa. La economía colaborativa que se centra el transporte, en compartir viajes y vehículos, está aquí para quedarse. Y no tiene por qué limitarse a los coches.
El modelo tiene éxito y son muchas las startups que se han dado cuenta. Lanzarse a competir directamente con Uber es una opción, la escogida por ejemplo por Lyft, pero ¿por qué no innovar? El mundo está lleno de medios de transporte privados que se pueden compartir, sin tener que quedarse en los coches, y de gente deseando subirse en un jet privado o pasear en barco por un canal en Amsterdam. Y sí, esas dos cosas ya se pueden hacer con una app.
El tema aéreo no está tampoco libre de polémicas y problemas. El principal, sobre todo en el caso de BlackJet, una startup que permite viajar en jets privados en Estados Unidos y que fue lanzada por uno de los cofundadores de Uber, es el de su rentabilidad. Ellos no dicen nada y siguen ofreciendo sus viajes de lujo (que toman celebrities como Jay-Z o Ashton Kutcher), pero algunos ex-empleados han advertido que no es sostenible. “No puedes llevar a alguien de costa a costa por 3.500 dólares y garantizarles un asiento si a ti te cuesta 20.000 hacer volar el avión”. Muchos vuelos van casi vacíos y, si se llenan, “nadie va contento”.
No todas las startups de ridesharing buscan ser una forma de ganar dinero para el propietario del vehículo. Los holandeses We Are On A Boat buscan más el elemento social de conocer gente. Así, la startup para compartir barco por un canal de Amsterdam habla de “recompensas” a los capitanes y no de pago. Se puede dar algo de dinero para los gastos de combustible, pero es igualmente válido hacer simplemente un regalo, o aportar comida o bebida para el paseo.
Y, por supuesto, hay startups que se diferencian de Uber no por el vehículo, sino por la forma de funcionar. Los franceses Heetch solo circulan de noche y están pensados para ofrecer viajes a jóvenes después de salir de fiesta, mientras que apps como Loup se centran en ser una especie de sustitutos de los autobuses urbanos: sus coches tienen rutas y paradas fijas.
De momento la mayoría funcionan únicamente en ciudades determinadas que sirven como campo de pruebas. Si los negocios funcionan, se van expandiendo. Estas son algunas de las startups de ridesharing más originales:
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