Hace diez años la gente caminaba por la calle sin un apéndice constante en la mano al que miraban sin parar. En el autobús o en el metro, leían, charlaban o miraban por la ventanilla o hacia la nada. Cuando quedaban con alguien le hacían caso todo el rato: hablaban, reían y, si tenían que atender a una llamada del móvil, se disculpaban un momento. ¿Sabía Steve Jobs que su revolucionario iPhone, lanzado el 29 de junio de 2007, iba a cambiar tanto las cosas?
Aquel primer iPhone que tanto nos impresionó era en realidad bastante rudimentario: su gran avance, lo que nos dejó a todos boquiabiertos y con lo que jugó más Steve Jobs durante la keynote era la pantalla táctil. Era responsiva y no resistiva, y no hacía falta usar un stylus para que funcionase. Pantalla de 3,5 pulgadas con una resolución de 320 x 480 píxeles, por cierto.
El resto de sus características tampoco se salvan: 128 MB de RAM, cámara trasera de 2 megapíxeles (que no grababa vídeo; y no, no había cámara delantera para selfies — ¡no apareció hasta el iPhone 4!—), funcionaba solo con redes 2.5G y no tenía apps de terceros. Es decir, era todo Apple sin más y la App Store no existía.
En la keynote pasaron también cosas que ahora parecen imposibles: estuvo Eric Schmidt, entonces CEO de Google, porque Android no había empezado todavía la guerra entre ambas compañías; Yahoo era partner para el cliente de email del iPhone (Steve Jobs dijo «no se puede pensar en internet sin pensar en Yahoo»); y las expectativas eran muy bajas: querían un 1% de cuota de mercado en 2008. En ese primer año vendieron un 30% más de lo esperado.
Diez años después, tanto el iPhone como el mundo son muy distintos. Vivimos en la era de la conexión constante, las notificaciones, el FOMO y la necesidad de tener siempre ese acceso a todo en la palma de la mano. También han ido desapareciendo objetos y compañías que poco a poco la simple existencia del iPhone hizo obsoletos.
En el mundo de la industria móvil, los dos nombres que se echan de menos son los dos que eran los reyes en 2007: Blackberry, cuyos dispositivos eran llamados smartphones antes de que llegase el de Apple, y Nokia, la indiscutible reina del mercado antes de la irrupción de Apple. El error de ambas fue el mismo: no entender la revolución que iniciaba el iPhone y subirse al carro de los smartphones demasiado tarde.
Pero además de compañías ya casi olvidadas, el iPhone acabó con multitud de dispositivos y gadgets que hasta entonces eran populares: los navegadores GPS recibieron un golpe letal (y, en el plano analógico, los mapas de papel fueron también muy perjudicados), al igual que las cámaras de foto compactas, las grabadoras de audio, las cámaras de vídeo, los reproductores de mp3, las consolas portátiles, los relojes de pulsera… Y en el punto de mira están nuestras carteras, con su dinero y tarjetas de crédito, las llaves, etc.
En diez años las cosas, la tecnología y la sociedad, han cambiado mucho, y el origen de muchos de estos cambios está en la aparición de los smartphones. Imaginar cómo será todo en 2027 es tan emocionante como aterrador e imposible.
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