A fondo: Luces y sombras de la compra de followers
Twitter prohíbe la compra de followers. Sin embargo, hay varias empresas que ofrecen la venta de seguidores. Si están ahí es porque el mercado lo demanda. ¿Quiénes compran seguidores? ¿Y con qué fin?
De vez en cuando vemos salir a luz informaciones acerca de la compra de followers en Twitter. Por ejemplo, hace dos años fue muy ‘sonado’ el caso de la cuenta del actual presidente de Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, que obtuvo repentinamente 70.000 nuevos seguidores. En aquel caso, su departamento de Comunicación dijo que fue una maniobra de desprestigio.
¿Para qué se recurre a la compra de seguidores? Enrique Moris, director de compra-seguidores.com, indica que en el caso de los artistas, personas que aparecen en televisión, youtubers o incluso medios de comunicación, la compra de followers puede servir para subir su caché. “Los anunciantes pagan más por un anuncio en una cuenta de YouTube de un millón de suscriptores que en la de alguien de 10.000”, afirma. En el caso de las empresas, apunta que ayuda a “dar una mejor imagen”. “Entre dos restaurantes o tiendas que tienen 100 seguidores y 10.000 seguidores, ¿cuál da mejor imagen? ¿Y de cuál se informará el usuario para ir o comprar?”, comenta.
Además, Nextor Peixoto, responsable de comprarseguidores.net, asegura que “contar con un número alto de seguidores hace que la empresa o la persona obtenga más seguidores naturales”.
Por su parte, Begoña de Arancibia, profesora asociada de Icemd-Esic y social media manager de Bacaam Comunicación, explica que la razón por la que habitualmente se echa mano de la compra de followers es “para engordar rápidamente la cifra de followers o fans, con la finalidad de hacer creer que se tiene peso en la red social en donde se realice esa práctica. Es decir; crearse ficticiamente la reputación de influencer –en el caso de un particular- o de ser una marca popular –en el caso de una empresa-“.
En el caso de particulares, especifica que suelen ser usuarios que “buscan monetizar su condición de influencer, ya sea como youtuber, instagramer, bloguero, etc. Algunos usuarios posiblemente tengan la aspiración de poder vivir de ello, pero sin followers, fans o suscriptores no habrá agencias o marcas que se acerquen a ellos para ofrecerles una campaña o un contrato”.
Si se trata de empresas, De Arancibia opina que “es más probable que sea una mala práctica del community manager, presionado por obtener buenas cifras de KPIs cuando haga los reportings para el departamento de Marketing o Comunicación o, sencillamente, sin ética profesional. Algunas empresas que no llevan mucho tiempo haciendo Social Media consideran erróneamente que el crecimiento de la comunidad es el indicador más importante de éxito”.
Y reseña que “también habrá quien lo haga por ego”. Así, afirma que “para algunos usuarios de redes sociales hay un componente narcisista en su empeño por tener, al coste que sea, seguidores con una cifra que vaya seguido de la letra ‘K’”.
Además, no sólo se compran seguidores, sino también interacciones. De Arancibia señala que con ello “se intenta subir el KPI (Key Performance Indicador) del engagement rate, que indica el éxito de las publicaciones de un usuario, ya sea particular o empresa”.
¿Quién recurre a estos servicios?
La compra de seguidores es una práctica muy habitual. Moris indica que solicitan sus servicios todo tipo de clientes, “pero sobre todo personalidades y empresas. Desde políticos a deportistas, pasando por organismos públicos, cantantes y conocidos de la televisión”.
Igualmente, Peixoto explica que reciben peticiones de políticos y partidos, músicos, artistas, periodistas, medios de comunicación, empresas de marketing que revenden sus servicios sus clientes, etc. “Sorprendería saber quiénes compran seguidores. Y su imagen sigue intacta. Desde el usuario más básico hasta presidentes. En una cuenta con 4 millones de seguidores, siempre hay como mínimo un 25% de followers comprados. Incluso nos compran seguidores cuentas verificadas por Twitter, de personalidades muy conocidas e importantes”, precisa.
Un ejemplo práctico. José Antonio es gestor de marketing y publicidad para varias compañías. “Vi que otras empresas estaban teniendo mucho peso en redes sociales frente a la nuestra y decidí actuar. La compra de followers tuvo el mismo efecto sobre mi empresa, que adquirió más de 50.000 seguidores españoles en una semana, que para la compañía de la competencia, que tenía unos 40.000 followers conseguidos con trabajo y mucho presupuesto durante más de tres años. He notado como aumentan mis ventas a través de redes sociales, que analizamos a través de herramientas como Pirendo o Analitycs”, asegura.
Según explica, “brinda la posibilidad de adquirir notoriedad en la red social, pues la cuenta es mostrada a mucha más gente. Además, damos una mejor imagen y ‘fachada’ a los que ya nos veían, lo que les hace confiar más en nosotros. Es una herramienta más a tener en cuenta a la hora de hacer marketing, sobre todo si no tienes un presupuesto muy alto”.
¿Cómo se consigue?
Éste es uno de los aspectos más polémicos. De Arancibia afirma que “la mayor parte de las webs que ofrecen este servicio aseguran que son usuarios reales, cuando en un porcentaje muy elevado son bots. Tan sólo hay que comprobar el número de tuits que tiene ese presunto usuario real, que suele ser bajo, y la tipología del tuit, que suele ser un ‘copy-paste’ sin sentido, donde se cita al usuario -mención con @- como única diferencia en prácticamente todas las publicaciones emitidas. Otra característica muy típica es tener un avatar con una foto sospechosa”.
La experta de Icemd-Esic indica que “es difícil que sean usuarios reales, ya que los precios tan bajos por los que venden ese tipo de servicios -por ejemplo, 1.000 seguidores por 30 euros en Twitter-, la repartición de beneficios no daría para tantos”. Asegura que “son programas capaces de generar miles de usuarios de manera automática de manera rapidísima. O bien los tienen ya creados en una base de datos. Cuando una persona o empresa realiza el pago desde su web, el programa da la orden a sus usuarios creados de seguir al que ha abonado el dinero en la red social que haya pedido y en la cantidad por la que haya pagado”.
No obstante, el director de compra-seguidores.com puntualiza que sus usuarios son reales. “Eso es lo que nos hace llevarnos casi toda la clientela, ya que el resto de empresas del sector sólo ofrecen bots y cuentas no reales. Tenemos una comunidad de usuarios, gracias a una de nuestras empresas de aplicaciones móviles, lo que nos permite generar gran cantidad de follows de usuarios reales en muy poco tiempo.”, anota. Y también ofrece bots para los clientes que así lo deseen.
Igualmente, el responsable de comprarseguidores.net incide en que su compañía cuenta con “servidores de usuarios”. “Estos usuarios son cuentas reales creadas a tal fin, con foto, bio y con una pequeña interacción, con nombres ficticios o de fantasía. En algunos casos, con algunos clientes muy grandes, contamos con cuentas especiales y personalizadas con muchas más interacción y una segmentación a medida. Muchos de nuestros competidores utilizan bots, pero a corto plazo es un arma de doble filo, porque no permanecen mucho tiempo siguiendo y las redes sociales los eliminan continuamente”, comenta.
Superar la prohibición de Twitter
Twitter prohíbe la compraventa de interacciones en su plataforma. Incluso advierte de los posibles riesgos de las apps que ofrecen seguidores gratis. Sin embargo, dicha prohibición es fácilmente soslayable. “Twitter es una empresa basada en San Francisco y que, por tanto, se rige por leyes norteamericanas y californianas. Algunas de las empresas que venden estos servicios son españolas y es la legislación europea y nacional la que les afecta. Por otra parte, las redes sociales siempre irán por delante de la legislación. Además, no se realiza una comprobación exhaustiva en la existencia real de un usuario. Eso no quiere decir que Twitter no tome medidas. De hecho, suele hacer barridas de usuarios falsos y elimina un buen número de followers de un día para otro”, apunta Arancibia.
Las empresas que venden followers se defienden argumentando que los usuarios que ofrecen son reales. “No generamos bots. Sólo usuarios reales que hacen follow a nuestros clientes, siendo totalmente conscientes de ello. No hay cuentas hackeadas ni nada parecido”, apunta Moris.
Asimismo, Peixoto afirma que ninguna de las cuentas de sus clientes ha sido suspendida o cancelada por haberles comprado seguidores. Ademàs, señala que la prohibición “se refiere a cuentas de Twitter que ofrecen esto desde Twitter mismo, con prácticas del estilo ‘sígueme y te sigo’. Hay muchísimas cuentas que juntan miles de seguidores y luego se venden con los followers ya adquiridos. Twitter termina suspendiendo esas cuentas. Y es muy importante el tipo de seguidores que se entregan. Si una cuenta está saturada de bots, Twitter podría llegar a suspenderla. Al menos para investigar. Si en la cuenta entran seguidores que son usuarios reales, la cosa cambia”, especifica.
Legalidad frente a legitimidad
Sea o no una práctica legal, surgen dudas acerca de su legitimidad. Es decir, si esos followers comprados son tan legítimos como los adquiridos de naturalmente. “Definitivamente, no. Hace poco escuché al CEO de una de estas empresas decir que se trataba de una forma de hacer marketing y no puedo estar más en desacuerdo. Primero, porque hacer trampas no tiene nada que ver con el marketing, que es una ciencia social que se basa en estrategias, persigue objetivos y satisface necesidades. No es algo que se hace a golpe de chequera. Requiere mucho know how, planificación y, claro está, inversión. Y segundo, porque estás engañando a tu cliente, al que le haces creer que el trabajo de community management por el que te ha contratado está alcanzando los objetivos deseados. O bien haces creer que, como influencer, prescribes con tus publicaciones a tus presuntos seguidores, por lo que esos tuits o post pagados son un fraude hacia las marcas que te contraten”, declara la profesora de Icemd-Esic.
Sea como fuere, lo cierto es que es una práctica cotidiana. Además del citado ejemplo de Rajoy, en el último año han aparecido supuestos casos de compra de seguidores por parte de artistas como Alejandro Sanz, David Bisbal, Enrique Iglesias o Shakira; futbolistas como David Villa, Xabi Alonso, Andrés Iniesta o Cristiano Ronaldo; o incluso el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.