A fondo: Cuando la tecnología necesita a las mujeres
Diversidad y paridad son dos realidades que todavía se le atragantan a las empresas TIC.
Dos cuestiones atenazan a la industria TIC a nivel mundial y las dos tienen que ver con la composición de las plantillas en negocios vinculados a la tecnología. Una de ellas es la diversidad, que a estas alturas de la historia aún cuenta como tarea pendiente. El trabajador tipo, al menos en compañías de la talla de Microsoft, Apple, Google, Intel, Facebook o Twitter, sigue siendo de raza blanca. Tras la presencia “caucásica” despuntarían los niveles de trabajadores asiáticos, pero el de ninguna etnia más. Así lo demuestran los informes de diversidad sellados por las propias empresas, que edición tras edición reflejan avances, pero unos avances que son limitados, a la hora de integrar a representantes de minorías étnicas en el sector. El camino que queda por recorrer para quienes se han comprometido a abrazar la heterogeneidad es alargado y también implica a las mujeres.
La integración de la mujer en el ámbito laboral parece cumplida en los países occidentales, sin embargo hay salvedades. Por ejemplo, no ha calado demasiado en segmentos concretos como el tech, que es predominantemente masculino. La paridad se ha convertido en un objetivo recurrente de estos primeros años del siglo XXI, en el que ya no quedan dudas sobre la capacidad intelectual de niñas y niños o el derecho de jóvenes y no tan jóvenes a trabajar fuera de casa, desempeñando el rol que ellas elijan. ¿Pero están las mujeres realmente motivadas para guiar sus pasos profesionales hacia la tecnología? ¿Cuántas programadoras hay hoy en día? ¿Cuántas ingenieras? ¿Se les paga lo mismo que a sus compañeros? ¿Existen suficientes directivas al mando de empresas TIC? ¿Cuánto es suficiente? ¿Cómo habría que motivar la presencia femenina en las primeras etapas de los estudios para incrementar los porcentajes finales? Todas estas cuestiones sobrevuelan el segmento tecnológico, que busca la solución perfecta y no la encuentra.
En última instancia, la paridad debería buscarse como síntoma de madurez de la sociedad y no como imposición, como mero descarte del talento masculino o por discriminación positiva. Hombres y mujeres deberían tener las mismas oportunidades y competir en igualdad de condiciones, de tal modo que las organizaciones acaben contratando al candidato (o candidata) más adecuado en cada caso. Pero para ello primero hay que atraer y formar a más alumnas en estudios técnicos. Iniciativas como la de Girls Who Code apuntan hacia esta dirección. Girls Who Code es una organización sin ánimo de lucro que opera en Estados Unidos y que tiene por misión eliminar la brecha de género que asola a la tecnología, enseñando a las más pequeñas a programar. Nació en 2012 liderada por Reshma Saujani, como experimento asentado en Nueva York para un grupo de 20 personas y con el tiempo ha conseguido extenderse por 42 de los 50 estados norteamericanos, incrementando el número de estudiantes de sus programas a 10.000 y consiguiendo el apoyo de los gigantes de la industria. Otros proyectos similares son los de Black Girls Code, Made with Code, Girls Teaching Girls to Code, WomEng, DevelopHer o el DigiGirlz Day.
Girls Who Code maneja datos muy significativos que cuenta la realidad de la situación hoy en día, al menos en un país cuna de las innovaciones tecnológicas, de startups famosísimas y de tendencias que luego se adoptan en el resto del mundo, como es Estados Unidos. Aunque en la secundaria tres cuartas partes de las alumnas se muestran interesadas en materias como las ciencias, la tecnología, la ingeniería o las matemáticas, al llegar a la universidad, sólo un 0,4 % de ellas se decanta por la informática. La mayoría de la gente que se licencia al cabo del año son mujeres, lo que apunta a sus ansias de aprendizaje, pero cuando se acota el análisis a la rama informática, los títulos que llevan el nombre de una mujer son minoría: un 12 %. La proporción de graduadas en estas carreras ha bajado desde el 37 % de 1984 al 18 % treinta y dos años después. ¿Hay más números negativos? Sí. A pesar de que mujeres y hombres se reparten equitativamente la tarta de la fuerza laboral, las primeras ocupan únicamente 1 de cada 4 puestos de carácter técnico o informático.
Esta radiografía del panorama tecnológico, desde las fases iniciales de la preparación, se agrava si tenemos en cuenta que el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos calcula que en 2020 habrá 1,4 millones de puestos disponibles para especialistas en informática. Y que para entonces los centros sólo habrán modelado talento con graduados preparados para cubrir el 29 % de dichas vacantes. Ya sean hombres o mujeres. Y en Europa la situación no está mejor. El Viejo Continente arrastra un serio déficit de profesionales TIC. La consultora Adecco dice que el sector TIC europeo no fue capaz de conseguir 365.000 trabajadores cualificados que llegó a necesitar durante el año pasado. De 365.000 se pasará a 756.000 en 2020, según sus cálculos, ya que hoy por hay un 60 % menos de personas estudiando ingeniería informática de lo que el propio mercado laboral pide. La oferta no va acorde con la especialización de los trabajadores.
Desde el punto de vista de las demandantes, la organización Catalyst advertía en 2014 que las mujeres tienen menos probabilidades de acabar ocupando un puesto en industria tecnológicas consideradas “intensivas”, como las telecomunicaciones. Tras completar un Máster en Administración de Empresas, menos del 20 % de las mujeres optaba por estos negocios hace un par de años. Además, pese a contar con la misma preparación que los hombres, también eran ellas las que tenían más probabilidades de empezar en puestos más bajos y cobrar menos. Y es que a la falta de paridad se suma el tema de los salarios. Un reciente informe de Glassdoor concluye que tanto en Estados Unidos y Australia como en países que nos quedan más cercanos como Reino Unido, Francia y Alemania, las mujeres cobran menos que los hombres. Da igual que trabajen para la misma compañía, tengan las mismas habilidades u ocupen el mismo puesto. Al cabo de un año, una profesional podría perder unos 2.140 dólares respecto al sueldo medio de sus colegas (masculinos, claro está). A esto hay que añadir otros problemas que destapa la encuesta Elephant in the Valley, para tener una visión más completa de qué es lo que frena a las mujeres, casos del acoso sexual, el sexismo, los estereotipos, la conciliación familiar y la maternidad.