Pensar en Atari es pensar en ordenadores. En la época de las microcomputadoras. Y en los primeros juegos que marcaron a toda una generación que ya es adulta. Hace la friolera de cuarenta y cuatro años, sus responsables lanzaban Pong, un videojuego sobre tenis de mesa que revitalizó los antiguos arcades y supuso un gran espaldarazo para esta compañía nacida en Estados Unidos en 1972. Pero Atari ya no es sólo eso. Los juegos son parte de su pasado y de su presente. Lo que no está tan claro es si continuarán siendo su principal guía en el futuro. Tras pasar por diversos avatares y por diferentes manos, con proceso de bancarrota incluido, y sin olvidar su giro hacia el público LGBT, el contenido para YouTube y la relación con casinos y juegos de azar, Atari ha decidido renovarse una vez más. Quiere dar un paso adelante y adaptar su saber hacer a las últimas tendencias de la industria.
Según ha anunciado, se atreverá a sumergirse en el campo del Internet de las Cosas (IoT) con su propia línea de dispositivos conectados. El IoT es uno de los fenómenos en los que más énfasis están poniendo los analistas, por el potencial que encierra en su interior y por sus múltiples implicaciones, que permiten mejorar el día a día de usuarios y empresas. Los dispositivos conectados alcanzan, por ejemplo, a los tan en boga wearables y a unos prácticos gadgets que rastrean la actividad física. Se vinculan asimismo a los vehículos de última generación, los electrodomésticos inteligentes y las smart cities. Para 2020, el gasto IoT habrá alcanzado nada menos que 1,7 billones de dólares si los cálculos de la consultora IDC no fallan, entre dispositivos, servicios y conectividad. Por esas mismas fechas, Gartner dice que más de la mitad de los principales sistemas y procesos de negocio ya estará vinculada al IoT.
La nueva apuesta de Atari podría marcar el renacer de una compañía que hace tan sólo tres años, en 2013, se acogió al capítulo 11 de la Ley de Quiebras de Estados Unidos con la intención de separar su negocio americano de la firma matriz en Francia, anteriormente conocida como Infogrames. Y así reconducir su enfoque hacia los juegos móviles y digitales en un mundo muy distinto al que Atari se encontró cuando comenzó a forjar su leyenda de pionera en la industria tecnológica. Pero una transformación mayor llegará a lo largo de este 2016, en cuanto comience a desarrollar sus “cosas” para la era de Internet. De momento, se ha aliado con el proveedor de servicios de comunicaciones SIGFOX, que está especializado en IoT, cómo no, y que será el encargado de proporcionar una red global con la que enganchar los distintos dispositivos.
SIGFOX cuenta en estos momentos con unos 7 millones de dispositivos en su red. A ellos se unirá la propuesta de la marca Atari para unir “el mundo físico a Internet a través de una solución simple, confiable, de bajo coste y eficiente energéticamente”, con funcionamiento inmediato, autonomía prolongada y sin necesidad de conexión local. No se sabe todavía qué dispositivos serán en concreto, pero sí que abordarán desde el ámbito doméstico y la relación con las mascotas al segmento de la seguridad, pasando por lo que se denomina “estilo de vida”. También se ha revelado que se combinarán productos sencillos con otros más sofisticados. Atari plantará esta semilla para comenzar a ser conocida, licencia mediante, por algo más que la producción de entretenimiento clásico.
Atari “tiene la disrupción arraigada en su ADN” y “fue rápida al visualizar el papel transformador que puede jugar el Internet de Cosas en el entretenimiento interactivo”, señala Ludovic Le Moan, CEO de SIGFOX. “Nuestra red tiende un puente entre los mundos virtuales y físicos de forma simple, fiable y poco costosa”, insiste, sin dar más detalles, “y esta colaboración introducirá una nueva dimensión en el juego, al tiempo que soportará características que sólo están limitadas por la imaginación”. Fred Chesnais, que ocupa el mismo cargo que Le Moan pero en Atari considera que, “al asociarnos y utilizar la conectividad IoT dedicada de SIGFOX, vamos a crear productos extraordinarios con nuestra marca”. Unos productos que serán lanzados con intención de alcanzar el “mercado de masas a escala global”. También de cara a “organizaciones de caridad”.
Pero Atari no es la primera compañía tecnológica en asumir nuevos retos, alejados de sus creaciones originales. No es la primera, y probablemente no será la última, marca icónica de la industria que presta su nombre y su imagen a productos que suponen un punto de inflexión en su trayectoria. Sin ir más lejos, Kodak tiene una historia similar a la suya. Decir Kodak es hacer referencia a décadas y décadas de fotografía, de cámaras, de carretes y de películas. Nacida también en Norteamérica, como una Atari que tuvo que hacer frente a la crisis de los videojuegos en los 80, Kodak ha tragado con el boom de lo digital. Y un año antes que ella, en 2012, se vio obligada a acogerse a las disposiciones del famoso capítulo 11 sobre la declaración de quiebra estadounidense pese a sus esfuerzos por reestructurarse y modificar su estrategia. Solicitó un concurso preventivo de acreedores para reforzar su liquidez.
A raíz de su declaración de bancarrota y con el objetivo de ahorrar costes, tuvo que dejar de fabricar las cámaras fotográficas que tantas alegrías le habían dado en su época dorada, así como las de vídeo de bolsillo y los marcos de fotos. En su lugar, esta compañía más que centenaria dirigió la mirada al negocio de la impresión. Año y medio después de su transformación salía del grave agujero financiero en el que se había sumergido, y al poco volvía a cotizar en Bolsa. Pero ahí no se quedó la cosa. Kodak ha acabado participando en el animado mercado móvil, con propuestas de smartphone y tableta para “una gran audiencia de usuarios que valoran la facilidad de uso y un diseño elegante tanto como la funcionalidad”, en palabras de su socio Bullitt Mobile. Su target es la gama alta, haciendo guiños a una buena tecnología fotográfica y para imprimir. Su primer terminal ha recibido el nombre de IM5.
Por su parte, la finlandesa Nokia opera en la actualidad de forma muy distinta a la que nos tenía acostumbrados. A Nokia se la ha identificado tradicionalmente por sus teléfonos, como el Nokia 1100, el Nokia 3310, el Nokia N95 o sus últimos Lumia, pero esa experiencia en teléfonos fue transferida a Microsoft en 2014. La compañía de Redmond absorbió la práctica totalidad de su división de Dispositivos y Servicios, dejando a Europa sin uno de sus grandes referentes, sin el que en su día fue fabricante número uno de teléfonos. Aunque la historia no se ha terminado ahí. Parte del negocio de telefonía que pertenecía a la firma del Connecting People volverá a cambiar de dueño. Microsoft ha fallado en su intento de tomar el relevo de Nokia en móviles y ahora, tras sufrir pérdidas y despidos, será ella la que hará caja con la venta de los feature phones a HMD Global y FIH Mobile.
Parece que lo que queda de Nokia volverá a implicarse en el mercado de la movilidad a través de la propia HMD, si bien ya nada es como antes. Para empezar, se usará el sistema operativo Android. Y, para continuar, lo que hará Nokia será conceder licencias. En los últimos años Nokia se ha deshecho también de sus mapas HERE, quedando reducida a la suma de redes y el negocio de tecnologías avanzadas (y licencias). No se parece a quien era allá por 1865, cuando inició su trayectoria dedicada a la pasta de celulosa. Otras de sus actividades fueron las de fabricante de calzado y fabricante de llantas. Ha llegado a mezclar negocios como el caucho, el aluminio, químicos, lo forestal, la electrónica, las telecomunicaciones o la generación de energía bajo un mismo paraguas. Y hoy por hoy es difícil determinar cómo acabará evolucionando. El lema de diversificar ha acompañando a Nokia durante años, indicando que la nostalgia es mala consejera para hacer negocios.
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